Cuando se trata de buscar la emoción, es necesario, en
algunos casos, pasar por breves momentos de sufrimiento. Transportar a la
espalda la carga necesaria para vivir ese momento vibrante, puede ser el
tributo de éste acontecimiento, sobre todo, cuando se ha de caminar por terreno
desnivelado y con la dificultad añadida de hacer los últimos metros en la
oscuridad, por no haber querido salir antes de casa.
En el pico más alto de la Sierra de las Nieves, se
tiene una panorámica excepcional de las poblaciones costeras, y en la noche,
esa sensación es mucho más amplia, pues la luminosidad de cualquier núcleo urbano
se hace bastante evidente en la distancia.
Una vez en posición horizontal, dentro de la
confortabilidad de nuestros mullidos sacos, descansando de la caminata y
digiriendo los alimentos ingeridos en la cumbre sobre la medianoche, la
perspectiva de la bóveda celeste es indescriptible, llegando al asombro cuando
nuestro viejo satélite se oculta en el horizonte, dando paso a una oscuridad
que no llega a ser plena, por la contaminación lumínica que aportan los
extensos núcleos de población antes mencionados, pero que es suficiente para
dejarnos ver la Vía Láctea.
Subí al árbol más alto
Que tiene la alameda
Y vi miles de ojos
Dentro de mis tinieblas.
Nosotras no las vemos,
Las hormigas comentan.
Y el caracol: mi vista
Sólo alcanza a las hierbas
Extremoduro, adapta la letra del poema: Los encuentros
de un caracol aventurero, de Federico García Lorca, en su canción “Puta”…
nosotros somos afortunados, pues nuestra vista si alcanza a verlas… aunque Puta
puede ser la suerte que allí tumbado tengas.
La
aventura de esta ascensión comienza en Tarifa. Embarcamos en uno de los ferrys
de la compañía FRS, comprando los billetes en ventanilla una hora antes, para, así
poder, cruzar el estrecho hasta la población marroquí de Tánger, donde parece que nos hemos retrasado 40 años
en la forma de vida de sus gentes y conforme te vas adentrando en su interior
la distancia con el progreso es aún mayor.
Si
no vamos incómodos podemos caminar hasta el Gare Tanger Ville (tren) pues está
a sólo 30 minutos andando por su paseo marítimo, aunque nosotros tomamos un
taxi para agilizar los tramites de adquisición de billetes de coche-cama ya que
no se pueden adquirir por internet. En general en Marruecos debido a su
idiosincrasia es fundamental ofrecerle la mitad del precio que te pidan, de esta
forma te adaptarás a su regateo y disfrutarás de tu estancia, si no, te sentirás
engañado y pagarás un buen dinero por tu viaje.
Día
2:
Tras
casi 11 horas de viaje, llegamos a Marrakech, donde tras desayunar en la
estación negociamos un taxi a Imlil.
Durante
la noche había estado lloviendo, y llegando a Asni seguía chispeando bastante,
pero la tormenta nos ofreció una tregua justo al bajarnos del viejo mercedes en
las calles de Imlil.
Nos
ofrecieron mula en el mismo pueblo, y después de regalar objetos de escribir a
varios chavales que se acercaban con curiosidad al vernos equipados de montaña nos fuimos con Mohamed y su mula para arriba.
Al
principio costaba empezar a caminar, teniendo en cuenta que la noche anterior
la pasamos viajando… con el “chu cu chú” del tren que hacía tiempo que teníamos
olvidado este ruido y que le da al viaje un toque de swing.
Al
poco rato de camino, dejamos atrás el pueblo, vemos el valle de Tamatert que
está formado por pequeñas agrupaciones de casas construidas en adobe y donde su
gentes se dedican al turismo al ser estas poblaciones la base para la mayoría
de las expediciones al Toubkal, y así por una pista forestal nos vamos
acercando a Aremd, a 1945m, metido casi en el cauce del río n´Isougouane, que a
juzgar por su cauce, habrá tenido épocas mejores.
Al
fondo de lo que seguramente fue la
morrena de un glaciar, el camino se empieza a inclinar al salirnos del río por
la vertiente Este del cauce, y se va tomando altura suavemente, hasta llegar a
Sidi Chamharouch, donde cruzamos el torrente que baja del Tichki (3753m) por un
puente de hormigón. En este lugar hay construida una mezquita junto a una
enorme roca pintada de blanco, que destaca sobre el resto de minerales de la zona,
y bajo la cual hay construido un pequeño espacio, que completa la gruta en la
que pernoctó Sidi Chamharouch, el rey de los genios, que tiene la apariencia de
perro negro por el día y de humano al caer la noche.
Alcanzada
una altura de unos 2500m, te encuentras en el camino un puesto de minerales y
chucherías varias, donde paramos a
tomarnos un zumo natural de naranjas recién exprimidas y fresquitas, y aquí
aprovechamos para comer el bocata.
Al
llegar al refugio Les Mouflons, a 3200m, la ocupación no era muy alta, y por un
poco más, nos ofrecieron una habitación
para nosotros solos. Hay que comentar que el precio del refugio se puede
negociar, al tener otro refugio al lado, el Neltner, juegas con esa ventaja. De
todas formas, el Neltner es más barato, pero la comida es peor, a no ser que
lleves cocinero desde Imlil, y la confortabilidad del Mouflons también lo
supera.
Cenamos
bien, dos platos de comida típica marroquí y postre. Hay personas que tras
beber agua del grifo, o simplemente comerse una ensalada, reaccionan a las
bacterias del agua, pues su organismo no está acostumbrado, y pueden vaciarse
en una noche de vómitos y diarreas. Esto hay que tenerlo muy en cuenta, y
cuidarse de lo que comemos, pues puede estropear nuestro objetivo. A veces se
piensa que puede ser por la altitud, pero lo más seguro es que sea ocasionado
por el agua.
Día
3:
Nos
levantamos con las primeras luces, pues teníamos todo un gran día por delante y
sólo pretendíamos subir el Toubkal. Nada más desayunar, subimos por detrás del
refugio, cruzando el río junto a la cascada, y ascendemos sin tregua hacia el
gran corredor que se sitúa entre Punta Imlil (3560m) y Tête dÓuanoums (3970m),
con un zigzagueante rumbo Este, soportando rachas de viento gélido que
arrancaba de la montaña la nieve caída en la madrugada del día anterior.
Se
hace muy dura la subida, pues en línea recta, sobre el plano, sólo nos separan
2400m de la cumbre más alta del Atlas, pero el desnivel a salvar en tan corta
distancia es de 1000 metros, por lo que la pendiente es elevadísima.
Llegando
al collado, y atraído como un imán, fui cambiando el rumbo hacia el Sur, para
subir el solitario Toubkal Oeste (4030m). Era insoportable caminar cerca de la
arista, de hecho la trepada de 4 metros que debemos hacer para llegar a la
cumbre, la dejé para otro día, no fuese el viento a arrancarme de la montaña y
hasta aquí hubiésemos llegado.
Deshice mis atrevidos pasos, para llegar
nuevamente al gran collado y seguir ascendiendo, casi sin merecer la pena, sólo
para conquistar lo inútil, pues no apetecía seguir castigando el cuerpo más
tiempo, pero una vez ahí parece que estás obligado a llegar.
No sabes mi nombre,
no nos conocemos
Pero existe esa
complicidad
Sonidos que no
escuchamos
Los momentos que
perdemos
Cuando emprendemos ese
movimiento
Es
el movimiento de tu corazón, el que te llama hacia lo más alto, aunque
realmente no escuchas su sonido, como dice la canción La Espera, de los
Granadinos Varaverde.
Durísimos,
fueron los últimos momentos de nuestra ascensión al techo más alto de África
del norte, un camino rumbo NE, próximo a la arista cimera, y azotado por
desagradables rachas de un gélido viento que no hacía si no restarnos energía y
por otro lado aumentar el coraje necesario para alcanzar la cima.
Estamos a 4167 metros de altura después de dos
jornadas caminando, observando unos paisajes inolvidables y unas formaciones
geológicas muy peculiares del jurásico y cretácico plegadas y rectilíneas que
te recordaban que estabas en el Gran Atlas.
Es
domingo, y llevamos fuera de casa desde el viernes… una noche sin descanso en
el tren, otra noche sin
descansar en el refugio, debido a la altitud y los
problemas de sueño que comporta, y el frío, era suficiente acumulación de
cansancio, así que con premura, emprendimos la retirada.
Un
poco más abajo del collado, nos cruzamos con nuestros amigos Albert y María, a
los que vimos muy enteros y con ganas de continuar hasta la pirámide, así que
nos saludamos y empezamos a buscar un lugar acogedor para el merecido
avituallamiento, que realizamos bastante abajo, una vez notamos que el viento
no azotaba tan fuerte.
La
vuelta fue mucho más divertida, pues la nieve había perdido dureza y permitía
tirarse ramaseando y así acortar tiempo de bajada, para disfrutar desde el confort
del Mouflons, de la conversa con otros
montañeros españoles, con el guía
bereber de un grupo de ingleses, que sabe bastante español, y como no,
del
vuelo de innumerables chovas piquigualdas que se buscaban la vida por los
alrededores de los refugios.
Día
4:
Nos
levantamos sin prisa para desayunar bien,
empacarlo todo y despedirnos de los compañer@s con los que estuvimos
conviviendo las últimas horas.
Una
vez llegó Mohamed, con su mula, empezamos el camino de vuelta al valle. Había
que despedirse de la montaña, y acercarnos a la civilización. Con nuestros
amigos catalanes deshicimos los pasos del segundo día de este viaje tan
emocionante y a la vez estresante, pues ahora tocaba de nuevo el negocio de
todo con las gentes del pueblo, y de la ciudad.
Al
llegar a la urbe, nos buscamos un Ryad cerca de la estación, y acabamos cenando
en la plaza Jemaa el Fna, “plaza de la muerte”, si queremos traducirla a
nuestro idioma, pues en ella se ejecutaba antaño a los infieles.
Nos
encontramos rodeados de una multitud de transeúntes y los comerciantes típicos
del lugar, todo adornado con encantadores de serpientes, malabaristas,
aguadores, y un sin fin de personajes dignos de una película. Creemos que es
imprescindible visitar esta plaza al menos una vez en la vida, y a ser posible,
de noche.
Era
30 de abril, y el 28 se cumplió un año del atentado terrorista que se llevó por
delante la vida de 17 personas en el café Argana, e hirió a otras 20, algunas
de gravedad, por lo que el monolito levantado a las victimas en la plaza aún
conservaban las flores.
Día
5:
Era
nuestro último día en la ciudad, y lo dedicamos a pasear por la medina y
conocerla bien, y por las zonas nuevas de Marrakech pues hasta las 21:00 no
salía nuestro tren con destino Tánger.
Casi cansa más andar por la ciudad que subir
a una montaña… Comentar que habiendo ido por nuestra cuenta sin hacer ningún
tipo de reserva excepto el refugio, todo ha salido muy bien.
Desde
este sitio de internet, animamos al que quiera hacer algo por el Atlas, o por
Marruecos en general a que no lo dude y se lance… es mucho más cómodo que ir
con una empresa de “aventura”, pues no tienes tiempos de esperas y vas
resolviendo y disfrutando de los sitios y lugares cuando te apetece y también
tienes más contacto con las gentes del lugar.
El
día anterior, en la bajada del pico del Cielo, pasamos bastante calor, por lo
que a las 8:25 ya estábamos caminando habiendo dejado el vehículo en el Área
recreativa El Alcázar.
Habíamos dormido en la supuestamente tranquila
población de Alcaucín, y decimos supuestamente, porque a la mañana, observamos
que al coche le faltaban las dos rejillas delanteras, por donde entra el aire
al radiador… Alcaucín no posee mucha oferta hotelera, al contrario que Nerja, y
además es bastante más caro; por lo que no la recomendamos como punto de descanso para posterior subida a la Maroma.
Desde
el mismo pueblo nos dirigimos en coche al área recreativa, que encontraremos señalizada,
donde pasaremos primero por el Mirador de Miguel Álvarez donde nos iremos
adentrando en una zona de escarpes rocosos de cuarcitas y barrancos; llegamos a
la popular “Área Recreativa del Cortijo del Alcázar”. A partir de aquí comenzamos
a andar desde el aparcamiento de la mencionada zona, donde había varias tiendas
de camping instaladas, y por donde pasa una acequia con un buen aporte de agua.
El
frescor de la mañana invitaba al caminar, y vamos ascendiendo por un carril,
boscoso y con bastante inclinación.
Al dirigir la vista al SE nos sorprende lo
escarpado del terreno, compuesto de enormes paredes de caliza y un pronunciado
barranco, por donde baja el arroyo del Alcázar. Al contemplar estas paredes
rocosas lo primero que se nos viene a la mente es su similitud con los Picos de
Europa, sus agudas crestas y profundos barrancos, así como, su proximidad al
mar y el blanco de la roca calcárea hace que te traslade a otros rincones
norteños.
No
continuamos por la pista, que nos lleva a Cerro Torreones, y luego pasa cerca
de Cerro Castillejos, pues da un rodeo muy largo, aunque suave, y preferimos
tomar el sendero inclinado que asciende directamente por el cortafuegos, rumbo
cuasi Norte hasta el pluvio - nivómetro , donde damos un brusco giro al ESE
para tomar la cuesta de las Víboras (1.300m) que es una empinada ladera y desde
donde podemos ir contemplando las agudas crestas y profundos barrancos que nos
deja al descubierto su cara Oeste.
La
vegetación arbórea va cediendo a la altitud, poco a poco, hasta encontrarnos en
el típico ecosistema de media montaña de la subbética, configurado a base de
karst y vegetación rastrera y rupícola. Y donde nos sorprende la variedad de materiales
que configuran su entorno natural, que van desde los enclaves rocosos de las
partes bajas de cuarcitas, pasando por los esquistos, gneis y los mármoles
dolomíticos procedentes del triásico, es decir, originados hace 300 millones de
años en los fondos marinos.
La
vista hacia el Norte es espléndida, con el Pojje de Zafarraya, compuesto por
una vasta extensión de terreno llano rodeado de enormes montañas de caliza, y
hacia el Oeste vemos el embalse de la Viñuela, Comares, Periana… mientras
ascendemos por una estupenda y elaborada vereda, que nos permite mantener un
buen ritmo de ascenso.
Pasamos
un manantial de buena agua, pero que en esta fecha tiene poco fluir debido a la
sequía, y aquí el camino se inclina de nuevo, rodeando el cerro del Mojón, y
enseguida alcanzamos el collado desde donde vemos Sierra Nevada, tomando el
camino de la derecha, que se sumerge en un pinar, y desde donde vemos el pico de
Don Abuelo.
Otra
referencia que debemos pasar es Fuente Santa, que está también en condiciones
difíciles… ¡maldita época de sequía!
Pronto
llegamos al viejo pluviómetro de la cañada del Mojón, y caminaremos por la
cuerda divisoria de provincias, hasta el lugar en que se sitúa el peculiar
torreón que eleva el poste geodésico de La Maroma, visitado por nosotros por
segunda vez.
It
don´t mean a thing (if it ain´t got that swing)… no significa nada si no tiene
ritmo, ese swing que encontramos en cada ascensión, en cada caminata, o en cada
ola.
Esta
canción la compuso Duke Ellington, y se grabó en 1932. Pues es impresionante
escuchar a O Sister!, banda afincada en Sevilla, interpretando tan preciosa
composición.
Estamos
a 2068,5m según la cartografía, y en el techo de Granada, aunque tanto la
altitud de este hito como su emplazamiento provincial son motivo de controversia.
No queremos entrar en polémica, mas en la entrada anterior en la cual narramos
la subida desde el Robledal Alto, nos manifestamos a favor de la provincia
Malagueña, sin más, habiéndonos informado por un estudio de inventarios de
cumbres llevado a cabo por la Consejería competente… pero los foros, muchas veces
hacen mejor trabajo que la Consejería (no es de extrañar), aunque, también cabe
destacar, que donde se yergue el Vértice Geodésico, no parece ser la cota más
alta de este macizo, y no es el único lugar en que sucede, pues esto se
construye por cuestiones de visibilidad, no como meta alpinística.
Según
plano, editado por el Ingeniero Técnico en Topografía Miguel Ángel Torres
Delgado en el año 2000, el poste se sitúa en la cota más alta, habiendo otras
elevaciones al Este Nordeste de 2054m, 2068m y 2067m respectivamente, quedando
todas dentro del término municipal de Alhama, incluso la sima, queda recogida
dentro de la provincia “Granaina”.
Sin
embargo, buscas otras fuentes (Wikipedia p.e., no muy fiable) y le dan el
gentilicio de malagueña a la cumbre. Llegados a este punto, que cada cual saque
sus conclusiones, y nosotros volveremos a pensar que el techo malagueño es el
Torrecilla. Lo importante de todo esta refutación es que la Consejería ha
incluido a estas sierras en el Parque Natural de las Sierras de Tejeda,
Almijara y Alhama que constituyen una barrera geográfica entre dos provincias y
que debían de ser protegidas tanto por su riqueza natural e histórica.
En
la cumbre había bastante personal, todos llegados desde el Robledal, donde la
subida tuvo que ser muy poco tranquila, y estuvimos unos 45 minutos en su atalaya disfrutando de las vistas que
nos ofrecía el
mediterráneo, que eran muy claras, acercándonos a la cumbre más
próxima y a la sima, que tenía nieve en el interior. Y a pesar de la afluencia
de personas ese día en La Maroma una manada de cabras
montesas se atrevieron también a aproximarse a la cumbre de tal forma que todos disfrutamos de un día espléndido.
Datos Técnicos
Localización: Parque Natural de las sierras de Tejeda,
Almijara y Alhama