Habíamos
planeado esta ruta con una buena “grupeta”, y así se realizó, en armonía y con
un ambiente de disfrute y compañerismo entre todos.
Salimos
a pedalear desde Facinas, pasando por las ruinas del “Regimiento Facinas”, que
queda a nuestra derecha según avanzamos por la carretera que se adentra al
valle de Ojén y rodea el embalse de Almodovar.
En
el kilómetro 4 de esta carretera, nos desviamos a la diestra para avanzar hacia
el Puerto de la Torre del Rayo, tomando
un desvío a la siniestra junto a las casas de Cañada de la Jara, y ahora si…
ahora si que vamos a disfrutar de un espléndido carril de tierra.
La
gran ventaja de la bicicleta de montaña es que prácticamente te puedes adentrar
en cualquier enclave, y recorrer en muy poco tiempo una gran distancia, lo que
hace de esta actividad un eficaz medio para conocer mucho territorio sin sufrir
y disfrutando de todo el recorrido.
No
sabemos si decir que la mañana era perfecta, pues nunca llueve a gusto de
todos, pues windsurfistas y otros amantes del viento estarían aburridos, pero
para nosotros, si que era perfecta: ambiente fresco, ausencia total de
viento, una luz espléndida… y ocho
bicis, ocho… avanzando en armonía… y en ese momento me viene a la cabeza Miss
Europa… canción de Eladio y Los Seres Queridos grabada con una orquestación
excepcional en los estudios Cata, en Madrid. Totalmente aconsejable, igual que
la práctica del “Mountain Bike”.
Cruzamos
(volviendo al recorrido) por la garganta de Pedro Jiménez, frondosa y húmeda
como cualquier canuto de los Alcornocales, donde es inevitable parar y saborear
el momento. Avanzando a base de dar vueltas a los pedales, que era lo único que
daba vueltas esa mañana de domingo, pues la calma chicha forzaba a los
aerogeneradores a permanecer en el más absoluto y atractivo silencio, arribamos
al Mirador del Estrecho, no sin antes, ascender con brío por el camino de
servicio de una hilera de viejos cacharros electromecánicos que “adornan” la
arista que cae desde el Pico Cabrito hacia el Sur.
Estamos
a poco más de 400 metros de altitud y las vistas merecen el esfuerzo… la bajada
es peligrosa, pues la velocidad, si no tocas los frenos, es vertiginosa.
Ahora
toca extremar la precaución y circular por la N-340 en dirección a Tarifa, en
bajada, pero pronto abandonamos este intranquilo lugar para volver a disfrutar
de la soledad de la Cañada de Matatoros, buscando, y rodeando el Cerro del
Cascabel, pasando nuevamente junto a viejas instalaciones militares,
tristemente abandonadas a su suerte… infraestructuras totalmente aprovechables
para otros menesteres como por ejemplo escuelas talleres, centros de
recuperación de aves, hoteles rurales… pero para eso hace falta compromiso y
sentido común, y desgraciadamente, nuestra administración carece de ellos, por
lo que aquí se puede comprobar.
Los
restos de un incendio reciente dan un toque dramático al momento, y nosotros
ascendemos una fuerte rampa, haciendo uso y disfrute del 22 x 32 y llegamos al
Cerro del Cascabel, donde se yerguen los “Cañones de Navarone”. Impresionantes
estructuras de acero, herrumbrosas, en un desuso lamentable… que sin defender
su uso bélico, pues estas baterías están obsoletas, si que podrían ser
recuperados por la Junta, para reconvertirlos en observatorios de aves, en vez
de construir unos nuevos…. Ahora que tanto nos quieren promocionar el
reciclaje, la responsabilidad y el uso sostenible… por ejemplo.
Tras
recrearnos, rodeados de enormes boñigas de ganado vacuno (parece un campo de
minas) nos ponemos de nuevo en marcha para bajar (y volver a pasar junto a
viejas infraestructuras de defensa) hasta la ciudad más Meridional de Europa…
esa que se convirtió hace años en “Wind Capital” y que tantos atractivos
turísticos posee, pues es nexo de unión de dos mares.
Nos
hidratamos un poco y continuamos por la playa de Los Lances, cruzando el río
Jara, y entrando de nuevo por la carretera, que pasando por la ermita de la
Luz, nos permitirá arribar a Facinas, donde nos espera una buena comida… no sin
antes haber ascendido de nuevo, y por la otra vertiente, el Puerto de la Torre
del Rayo… donde las fuerzas ya no eran las mismas de las que disponíamos hacía
seis horas.