Tras haber gastado unos cartuchos en la Sierra de Gata, nos adentramos ahora por Nuñomoral, y llegamos hasta la presa del embalse de Arrocerezal, donde se puede dejar perfectamente el coche.
Caminamos rodeando el embalse hasta la cola, y seguiremos por un camino señalizado hacia el Mirador de los Tejos, nada más cruzar un puente. El entorno es tremendamente solitario y frondoso. El sendero está muy bien acomodado y marcado… veremos pequeñas parcelas cuidadas, con frutales, y algún pequeño hortal. La subida se acentúa justo al cruzar de nuevo el arroyo, por un puente de madera, bajo el cual habita un helecho, como diría Fernán, muy misterioso. Pasamos un desvío a la diestra, por donde podríamos volver… de hecho, deberíamos haber vuelto por ahí.
Madroños, brezo, pinos… muy cerrado todo, y bastante inclinación, siguiendo el arroyo del Cerezal… tenemos unos hermosos 900 metros de desnivel por delante. Esto promete, además ingerimos gran cantidad de esos tiernos frutos rojos silvestres que con la madurez ya alcanzada, no han soportado más tiempo asidos a las ramillas del arbolillo que les dio nombre.
Arribas al mirador, y hay banco, techo, y una fuente… seca, para nuestro disgusto.
Perros que gritan desesperados… daba mala impresión escucharlos… no sabíamos que les pasaba. Al cabo, los tenemos cerca… 3 perros con dos collares muy llamativos y una antena, cada uno. El dueño los sigue por GPS, y cuando ve que se desmadran un poco, les manda una descarga eléctrica… por eso gritan. Cosas de caza.
Pronto la zona frondosa queda por debajo de nuestras intenciones, y surcamos un pinar de altura, hasta alcanzar un camino terraplenado que nos ayudará a llegar al cortafuegos, a la cresta. Hasta allí se puede llegar en vehículo motorizado.
Ya parece que hemos llegado… pero queda lo peor.
Poco antes de llegar al mencionado destrozo de la arista, dejamos a nuestra diestra una posibilidad de bajada… que intuimos se une con el que vimos durante la subida, y por el que deberíamos haber regresado.
La sola intención de pensar en el trabajo de ese Bulldozer abriendo hueco entre la masa de pinos, es terrorífica. ¡Menuda labor!
Pues en línea recta, por la parte ciclable del ancho desbroce cimero, se alcanza la deseada cumbre del Arrobuey, desde donde grabamos una panorámica, para esa página que ya se ha mencionado varias veces por aquí, y que nos resulta de tanta utilidad a los montañeros… y montañeras.
Estamos flipados de pizarra por todas partes, y se ven algunos impresionantes meandros desde arriba… desde luego, si no has visto un meandro, es que no has estado en Las Hurdes. También hay nieve, por aquí cerca, y unos nubarrones de porte “alentejado” que quitan el “sentío” adornan alguna conocida cumbre castellana… pero poco a poco, lo que era un enorme cielo azul se cubre en minutos de unas finas y frías capas de nubes altas… hasta donde alcanza la vista. Era 6 del último mes, y la luna era nueva el 4, por lo tanto, ni sol, ni luna. Por algún motivo, hablar de luna y de sol, es recordar a Leyze y su canción Imparable.
En este lado de la raya
Donde nadie sabe quién es quién
Saldré a la pelea
Y es que hoy me siento bien,
Daré cada paso,
Por encima de la gente
Sin mirar lo que me decían
Hoy me siento imparable.
¿Y ahora por donde bajamos? Pues por el peor sitio… por seguir un track.