sábado, 13 de diciembre de 2025

Ni la Garganta Verde, ni los Llanos del Rabel (del Revés).

No era ni siquiera diciembre, si no noviembre, cuando un día de diario, pues en fin de semana es complicado, que nos atrevimos a disfrutar de la compleja geología de la Garganta Verde, para la cual hay que solicitar autorización al Parque. Intenté pedir otra autorización para Llanos del Rabel, y no podía… claro, ya tenía una para ese día… así que lo hicimos con otro nombre… y con ambos permisos en el bolsillo, nos fuimos al Puerto de las Palomas, en pleno corazón del Parque Natural Sierra de Grazalema.

Se habían medido unos 300 litros en la semana previa a nuestro atrevimiento,  pero eso no significó nada.

Empiezo a describir esta osadía y no se me van los recuerdos de Robe de mi maldita cabeza. Robe ha sido, no una parte de nuestras vidas, si no un todo. El amor por Robe queda reflejado en muchas de nuestras pasiones, y muchas han sido las veces que en este rincón etéreo nos hemos atrevido a entrelazar nuestras toscas letras erráticas con la poesía de alguien que para nosotros ha significado tanto… tanto, tanto… tanto, tanto, tanto.

No tengo ganas de hablar, ni de la Garganta Verde, ni de los Llanos del Rabel. Sólo tengo en mi corazón espacio para el amor… para el amor hacia nuestro querido Robe; una persona realmente incomparable, irrepetible, necesaria, transgresora, valiente, inteligente… el mundo no hubiera sido el mundo si no hubiese existido Roberto Iniesta, extremeño de Plasencia, de donde vino la ciencia, según acuña Marea, de la voz de Kutxi Romero. Hago una parada en la escritura y miro por la ventana… veo un avión roquero… un pájaro… Robe siempre mostró pasión por los pájaros y lo reflejaba tanto en sus letras como en sus portadas… las de sus discos. Quizá esta afición tardía a la observación de aves, sea el arbolito de aquella semilla que sembró Robe desde un principio en nuestros corazones, que como una regadera hizo que la hierba brotara… aunque tardase en crecer… nunca fue tarde… ama, ama, ama y ensancha el alma… ama las aves… la montaña… las personas que te hacen sentir bien… a las otras, ódialas o ignóralas… mejor lo segundo… no seas como ellos.

Podría estar escribiendo sobre Robe hasta que comience la migración prenupcial y el deshielo… pero es 12 de diciembre y no queremos alargar tanto este duelo. Duelo que comienza el 9 de diciembre de 2025 con la muerte de Jorge Martínez… recuerdo a mi difunto padre cantando a grito pelao: Soy un macarra, soy un hortera, voy a toda ostia por la carretera… mi padre tendría ahora 79 años, y estoy completamente seguro que hubiese escuchado Mayéutica más veces que yo… que ya es difícil. Nos iremos de este mundo y nos perderemos muchas cosas… pero hemos tenido la fortuna de vivir contemporáneamente a Robe.

Y no os vais a creer lo que nos pasó esa mañana… vimos un pájaro negro de pico anaranjado, y nos despertó con su canto… nos habíamos levantado sin ganas… pero dejamos el coche en el aparcadero habilitado en la entrada de la vereda de la puerta que baja a la Garganta Verde, y empezaron a cantar los pajarillos… las currucas cabecinegras, los petirrojos europeos, los colirrojos tizones, los carboneros comunes… rodeados de pino, de matorral mediterráneo y de algún espontáneo Abies pinsapo que desafía la ladera soleada. Pasamos junto a paredes desplomadas de tinte anaranjado, donde los aviones roqueros desafían al viento y a nosotros mismos, y poco a poco los buitres leonados van despertando de su inactividad mañanera, adornando el cielo y buscando una Luna.

El cauce estaba sorprendentemente seco, y llegamos, barranqueando, hasta la conocida como Cueva de la Ermita, que se trata de una gigantesca bóveda caliza impresionante, que empequeñece al más valiente de los mortales. 

Julio amaba las pastillas, rojas, verdes y amarillas, lo encontraron frío dentro la farmacia (Ilegales)… y para no perecer en este maravilloso enclave sombrío, inhóspito como pocos, tomamos un té y volvimos hacia el aparcamiento, ascendiendo un montón de metros de desnivel… los que acabábamos de descender. Vimos alguna chova piquirroja, que además, nos deleitó con su voz, y los buitres leonados comenzaban a volar, como esa nube, que sube si viene un viento que la ayude.

No conformes con la Garganta Verde, subimos al coche para acercamos a la entrada del camino que llega a los Llanos del Rabel (del Revés), y al mirar al espejo, vi que había un tipo que me miraba con cara de conejo… como buen macarra y bastante hortera, fui a toda ostia por la carretera.

Nunca habíamos estado en estos llanos, a los cuales se llega por una pista ancha que rodea al cerro de los Ballesteros hasta cruzar el arroyo del Pinar. El sendero de los pinsapos lo dejamos para otro día, y es lo más interesante… pero era hora de comer cuando arribamos a la fuente, donde hay unos bancos que utilizamos de mesa con tranquilidad y alevosía… hasta que llegó un zorro. No nos gusta alimentar animales salvajes… intenté echarlo, pero sus ganas de llevarse algo a la boca delante de la cámara fotográfica que usaba Isabel sin parar de reír, consiguió clavarle los dientes a la fiambrera de silicona, donde hasta hacía un rato había queso extremeño (es zorro, no idiota, como la mayoría de la gente)… huyó mirando hacia atrás… 500 años durará esa cosa verde en aquel bosque de pinsapos… pero, ¿y lo bien que se lo pasó el zorro? La próxima vez, le daré algo de comer… total, no vamos a cambiar este maldito mundo. Ni siquiera haberle gritado: ¡Oye, tú, no te acerques demasiado, busco pelea y estás a mi lado!… sirvió para algo.

Dos pequeñas caminatas en un mismo entorno protegido y en el mismo día, como dos muertes de dos grandes artistas casi en el mismo día. Echaremos de menos esa arrogante sabiduría de Jorge, esa templanza, esa falta de miedo y ese saber ir hacia la muerte con elegancia, al igual que esa sensibilidad demostrada tras aquellos maravillosos años de macarra de barrio y de locales de ensayos, esa manera de poner música transgresora a bellas poesías idealizadas… que como nadie hizo Robe… y mirando bien de frente ese último disco, donde dice que se lo lleva el aire… que necesita que vengas y lo abraces… igual sería que el maestro ya sabía algo.

Descansen en paz y para siempre, y que su música nos siga acompañando hasta que estemos agotados de esperar el fin… el fin de esta puta humanidad... y para ello, dejamos la ventana sin cerrar y la puerta abierta... por si decidiera regresar.


Así de ancha es la parte superior de la garganta.

Arriba están los posaderos de buitres, nidos de aviones y de chovas.

Si te vas, me quedo en esta calle sin salida.

Hay carteleria que ruega silencio, por nidificación.

Existen tramos muy urbanizados.

Y otros donde los buitres a nuestro paso, permanecen posados.

Parece un salto de una pared a otra.

Yo soy quien espía los juegos de los niños.

No me importa que me claves como un Cristo en la pared.

Y bajamos al cauce del río, y no nos faltó de comer.

En la Cueva de la Ermita.

Hacía unos 20 años, y no sabía ni cuantas noches llevaba sin dormir.

Y aquella vez, continué por ahí... pero hoy, media vuelta.

Saborear, si tu me das, todo tiene sentido.

Pillamos el primer rayo que entró a la garganta. Tampoco es que me importe.

Helado en el parque, sueño con el vestido rosa que llevabas al caer.

Una estupenda pared de la que colgarse.

Nos vamos despidiendo de la garganta Verde.

Recordando que un buitre no come alpiste.


Quejigos, camino de los llanos del Rabel.

Viviendo a la orilla de un río, pensando en sus amoríos, hay un sauce llorón que canta.

Me deshojaría por ti, aunque no quieras venir, que yo no entiendo de distancias.

Tú, tratando de entender ¿Qué he venido a buscar?

Perdí el gobierno de mis propios actos.

lunes, 17 de noviembre de 2025

Ermitas de Tella, en el Sobrarbe, y el arte rupestre del Somontano.

Y pongo, a ver qué pasa, hoy las cartas sobre la mesa, y te voy a decir lo que a mi me pasa, por si te interesa. Mayéutica. Primer Movimiento. Robe.


Y llegamos a Bielsa, donde compramos unas cervezas artesanas llamadas Quebrantahuesos… y todo me sabe diferente…  pero las intenciones (La Munia y Salcorz) no se pudieron llevar a cabo, pues daban lluvias para varios días… (nos despedimos de Francia con agua), ya casi no paró de llover desde la comida, en un restaurante belsetano de buena calidad, aunque dicho sea de paso, algo caro, y es que en toda la comarca parece que se han puesto de acuerdo en ganar a los franceses en precio a la hora de dar de comer, aunque campings y hostales ya están más caros que en el país vecino desde hace mucho.

Tras una agradable charla en la oficina de turismo, bajamos a Lafortunada a por una habitación muy buena y a un precio bastante razonable. Condujimos hasta Tella, y volvimos a visitar el dolmen,  recorriendo esta vez el precioso sendero que conecta las ermitas de esta bella localidad oscense. No damos información sobre fechas de construcción y nombres de estas ermitas tan pintorescas, porque en internet se encuentra de sobra.

Los aviones roqueros desafiaban el viento de ladera junto a las verticales paredes del peñón de 1402 m que se yergue junto a la primera ermita, esquivando los fuertes chaparrones que nos dejaron sacar unas fotos muy guapas de aquel momento. Y vimos dos construcciones más. El paseo es inmejorable, rodeados de boj por en derredor, además de rosales silvestres y pino royo. Es un entorno bien surtido de aves, como se puede una imaginar.

De aquí, volvimos a Lafortunada y fuimos caminando a Badaín, donde hablamos con una señora sobre temas de la guerra, que ya mencionamos en la anterior entrada de esta serie pirenaica (Port Vieux). Al cruzar de vuelta el Cinca, vimos una lavandera cascadeña, y había pasado tanto tiempo esperando ese momento, que perdí la razón.

Me pasé la noche sin dormir, y por la mañana temprano pusimos rumbo al sur, y pasamos por Escalona, donde unas semanas más tarde moriría la directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Al paso por Aínsa recordamos el café que tomamos a la ida en La Cafecleta, que es natural y te explica todo el proceso del café y cómo nos “envenenan” con los cafés torrefactos; aprendimos bastante y está muy rico, eso si, a 4€ cada café.

Nos despedimos del Sobrarbe, tal vez el viento sopló a nuestro favor, y en el embalse de Mediano vimos al carbonero común y una garceta, llegando entre lloviznas a Barbastro; pusimos rumbo al norte, de nuevo, y nos plantamos en Colungo y Asque, donde nos pusimos a caminar buscando unos abrigos rupestres excepcionales que nos aconsejaron en Bielsa. Llegamos al abrigo de Regacens, a la orilla del río Vero. Tras esta caminata, continuamos con el coche hacia el norte y visitamos otros dos abrigos: Arpán y Mallata, a los que se llega tras un paseo. La zona es realmente vertical y aérea, avistando alimoches, buitres leonados, águilas calzadas… incluso vimos el pájaro moscón, que jamás lo habíamos visto, entre otras muchas especies. El Parque Natural Sierra y Los cañones de Guara es un paraíso para la avifauna, además de albergar una enorme muestra de paredes y cañones calizos no sólo en el cauce del río Vero, si no en sus afluentes. De aquí, nos fuimos a Alquezar, a dormir.

Alquezar ha muerto de éxito… está sobre masificado, pero en septiembre baja bastante la ocupación, menos mal. Allí acude una gran cantidad de barranquistas, además de turistas gastronómicos… pero si el Sobrarbe se ha puesto caro… aquí ni preguntes… mierda de filosofía.

La jornada siguiente la dedicamos a caminar desde Alquezar hasta el abrigo de Chimiachas… dime si tú te vendrías… está perdido en el fondo de un barranco al que primero hay que ascender bastante, y luego volver a remontar toda una pared para poder verlo. Antes de alcanzar el collado, visitamos el abrigo de Quizans, que casi se pasa por su vera. El desnivel fue bueno, pero la cantidad de buitres que vimos… y 3 alimoches, uno juvenil… me hicieron bailar como una puta loca… mereció el esfuerzo sin dudarlo. Ese día vimos pasar más de 400 golondrinas comunes huyendo de Pirineos y con marcada actitud migratoria… van hacia el Estrecho de Gibraltar, con lo pequeñitas que son. Águilas calzadas y currucas también disfrutamos.

En resumen, cambiamos los planes del Alto Pirineo, por una comarca caliza, enclavada en un laberinto de barrancos, donde los grandes protagonistas son las rapaces y una geología realmente interesante, y donde desde tiempos prehistóricos, el ser humano ha ido dejando sus huellas de una manera o de otra; observaremos arte esquemático y levantino; esquivamos así las tormentas, y descubrimos de manera improvisada, un territorio que hemos bordeado muchas veces y que jamás nos habíamos adentrado en él. 

Moraleja: improvisa siempre… ¿Qué prisa tienes en volver a casa?, y cuando la meteorología arruine un plan, sé prosaico y escucha The Last Man on Earth de Wolf Alice.

Église Saint-Pierre-aux-Liens (Aragnouet).

Altos Pirineos de España, tras cruzar el túnel de Bielsa-Aragnouet.

Dolmen de Tella, visible a la izquierda de Isabel.

Iglesia Parroquia de San Martín (como mi sobrino), Tella.

Ermita de San Juan y San Pablo junto al Puntón de las Brujas.

Isabel, la responsable de que todo salga bien. Si por mi fuese... otro gallo...

Momento inolvidable ver la belleza de los aviones roqueros volar.

Callejas de Tella.

Iglesia de Nuestra Señora. Badaín.

Labuerda. Casa junto a la iglesia de San Sebastián.

Embalse de Mediano. Parada a ver aves.

Bajando al Vero desde Asque, para disfrutar de Regacens.

Arte esquemático de Regacens.

Se conservan varias representaciones pictóricas.

Iglesia de Santa Columba de Asque.

Bajando al abrigo de Arpán.


Arte Levantino en el abrigo rupestre de Arpán.

Río Vero, desde la bajada al abrigo de Mallata y contemplando alimoches en vuelo.

Representaciones de Mallata.


Al día siguiente salimos en busca del abrigo de Chimiachas.

Preciosas formaciones para ver cuervos y buitres, cerca del abrigo de Quizans. 

Abrigo de Quizans.



Escalera final para alcanzar el vertical abrigo de Chimiachas.

Vistas desde Chimiachas.

El impresionante arte Levantino representado en Chimiachas.

Ya no le tengo miedo a nada, dijo Isabel.

Angosto desfiladero en el barranco de Payuala.

Alquezar.

Huellas fósiles de Abiego.

Colegiata de Santa María de Abiego.