jueves, 22 de mayo de 2014

Cerro de la Alcazaba… circular.


Cuando el calor aprieta y el levante deshidrata, estamos deseando que vengan unos días frescos para disfrutarlos en la naturaleza. Las predicciones se cumplieron y nos dejaron un sábado inolvidable en Sierra de las Nieves… un lugar mágico para alegrarnos la vida y despejar nuestras mentes.
Antes de llegar a la zona recreativa de Quejigales veremos un camino a través del cual podríamos ir pedaleando hasta Tolox y rodear todo el cerro de la plazoleta en una jornada de ciclismo muy atractiva… pues comenzamos a caminar por ahí, hasta encontrarnos con un sendero, a la izquierda, frente a los cerros Abanto y Alcojona, mediante el cual ascenderemos al Cerro de la Alcazaba.
Las nubes, formándose en altura, empezaban a refrescar una jornada que al paso por el Pinsapar de la Yedra se convirtió en fantasmagórica, y no era para menos con semejantes luces y aquel añejo escenario. En el momento de la cumbre, aislada y solitaria, el juego de las nubes, que como unas finas cortinas bamboleadas por el viento nos dejaban entrever el paisaje a través de la ventana, nos emocionaron sobremanera y no encontrábamos el momento de decidirnos a emprender la bajada.
Los quejigos de montaña están preciosos en esta época del año… cuando más bonitos están, diríamos.  Y tomamos el camino hacia el Puerto de los Pilones, donde había aparcados dos coches de espeleólogos que estarían explorando alguna cavidad.
A mitad de la Cañada del Cuerno, empezó a llover, y nos cruzamos con las tres únicas personas que vimos en todo el recorrido. Paramos a avituallarnos mientras el agua de mayo nos deleitaba con su música natural… como lo hacen ZZ Top con su tema Sure Got Cold When The Rain Fell. No hay nada más placentero que sentir la lluvia mientras caminamos por la montaña… sin lugar a dudas es el medio en el que nos encontramos más cómodos, y caminar es lo más cómodo que puede hacer el ser humano.
Antes de la hora taurina habíamos arribado al final de nuestro camino, y pusimos rumbo a casa a celebrar una plácida jornada entre quejigos y pinsapos.
















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