El
estío se acerca inexorablemente, y casi no quedan ganas de caminar por la
montaña. Es lo que tiene vivir el la zona meridional de la península. El monte
se seca, el agua desaparece, y sólo las especies más fuertes son capaces de
sobrevivir. Dentro de muy poco, habrá que guardar el material de montaña y
practicar actividades de refresco.
Pero
aún hay un resquicio aprovechable para salir a ascender una montaña, y es
fraccionar la actividad en dos: 3 horas el viernes y 2 horas y media el sábado…
por ejemplo. Con ese tiempo es suficiente para disfrutar, y eso es lo que hay
que buscar en la montaña.
Todos
sabemos que no está permitido acampar en nuestros parques naturales, así que
hay que buscar las horas buenas…
Las
últimas y las primeras luces de un día cualquiera, vistas desde la cumbre de
una montaña, nos pueden llegar a sorprender. Merece la pena el esfuerzo.
9
grados de temperatura y un viento de levante, que en la cumbre, y por efecto de
la orografía, hacen que se acelere y provoque rachas superiores a los 100 km/h...
hay que vestirse de invierno, pues soportar esa sensación térmica de forma
placentera necesita protección. Y dejarse llevar por ese mágico momento… como
si estuviésemos escuchando a los vigueses Terronaut, encargados de
transmitirnos emociones únicas, que no provocarán cansancio o aburrimiento en
ningún momento. Sencillamente, son excelentes… como magníficos son esos
momentos de orto y ocaso, y poder disfrutar del cono de sombra que proyecta
nuestra atalaya.
Preciosas imágenes y sensaciones para guardar en la memoria.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Chelo, por participar en nuestro trabajo.
EliminarEs un placer compartir.