No
ha llovido mucho y el Aljibe no está en su mejor momento, pero el otoño sin
lugar a dudas es la estación más espectacular de las cuatro. Esta estación, que
comienza en el equinoccio de septiembre y termina en el solsticio de diciembre
(en el hemisferio norte, claro), está empezando a acercarse a su mejor momento,
aunque en zonas pirenaicas ya lo ha alcanzado. Nosotros todavía tendremos que
esperar alguna semana hasta ver el momento climácico otoñal en nuestros parques
más próximos.
La “meteo”
prometía viento de levante, y como viene siendo habitual, no se equivocó, y en
la cumbre más alta del parque, la velocidad del viento era algo más que
molesta, de hecho nos tuvimos que pertrechar para disfrutar de la manduca.
Es
época de setas, y hay mucha gente disfrutando del placer de la recolección de
este manjar, que es nuestra asignatura pendiente, pero con tanta variedad y la
posibilidad de echar al canasto algo tóxico… mejor lo dejamos para alguien
experto… aunque si pillas alguna alucinógena, hasta podría resultar divertido.
¡Que hubiese sido de la psicodelia de no ser por el aporte de algunas drogas! Aquellos discos de Pink Floyd, tras su paso
por el blues, se convirtieron en un auténtico icono, y las sustancias
psicotrópicas tuvieron mucho que aportar a esos ambientes musicales… sin lugar
a dudas. Nos quedamos con Bike, un tema del ´67, incluido en el álbum The Piper
At The Gates Of Dawn.
Continúa
caminando la cordada… esta vez por la solana, ya que desde la cumbre del Aljibe
(que no hemos descrito la subida, pues no es necesario), de 1092m, buscamos el
carril que baja al Picacho, desviándonos a nuestra derecha a unos 200 metros,
frente a unas grandes rocas de arenisca anaranjada, para tomar un sendero
tapizado de jaras, brezos, coscojas y algunas aromáticas más.
Debemos
cruzar unas portillas de hierro que encontraremos a nuestro paso, hasta llegar
a un frondoso alcornocal, unos minutos antes de llegar a la mole del Picacho.
Como referencia, siempre llevaremos a nuestra derecha el muro de piedras
(lindero).
Una
fugaz ascensión al emblemático Picacho, pues el viento estaba aun más fuerte,
si cabe, y pronto cruzaríamos la carretera que sube a la estación de
vigilancia, pasando por la laguna, que no disfruta de su mejor momento, antes de
llegar al área recreativa.
Un
día extraño, caluroso en pleno octubre y con algunas especies floreciendo, pero
muy “disfrutón”, incluso vimos los primeros madroños, aunque estos tampoco han
alcanzado su clímax.
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