domingo, 10 de agosto de 2025

Amanecer en montaña tras la tormenta.

Eran ferias en Jerez de la Frontera… la del caballo… y lo recuerdo porque los equinos tuvieron que ser resguardados en las casetas mientras el agua le tapaba los cascos en el Parque González Hontoria. El aguacero fue importante, y nos sorprendió por la carretera llegando a Arcos de la Frontera, no obstante, antes de arribar a Benaocaz, nuevamente las nubes de evolución descargaban gruesas gotas de lluvia, con tormenta, mientras se oscurecía todo bastante antes de atardecer. El aire era frío y el ambiente muy invernal para un 23 de mayo.

La predicción (siempre confiamos en las predicciones de Aemet) era de estabilidad atmosférica por la tarde. Tras esperar un rato en el coche, era sobre las 6 de la tarde, ya aparcado, comienza a despejar. Todo estaba empapado y justo bajo el coche había un vencejo común muerto. Comenzamos la ascensión al cercano pico de la Sierra del Caíllo, por unas calles benaocaceñas muy tranquilas, contemplando el blanco popular de sus calles y callejas.

Vimos varias colonias de avión común, de golondrina y de vencejo, y las registramos en la página de mosquiaves, de Agaden. Nos parece un trabajo bastante interesante, por eso colaboramos altruistamente.

Avistamos un roquero solitario, ya en los escarpes calizos que teníamos que ganar, y bastantes paseriformes dialogando entre arbustos y encinas. Alcanzamos el punto más alto donde poder montar la tienda, con toda la hierba verde y mojada. Ya cae la luz y vemos pasar dos ratones, además de muchos vencejos volando por encima de las crestas de la sierra. Algunas nubes se encajonan en los estrechos valles mientras la tonalidad anaranjada de la tarde va tomando protagonismo.

Dice Joaquín Araújo, que si el ruido es una contaminación, el vertedero son nuestros oídos. Deberíamos practicar más el silencio.

La buena música también forma parte importante de los paisajes… los paisajes sonoros. Escribiendo estas líneas, todavía recordamos el concierto de anoche en San Fernando, con la brillante actuación de Alonso Núñez Fernández, Rancapino Chico, acompañado al toque de Antonio, cuyo apellido no recuerdo, y de tres palmeros realmente espectaculares… vaya arte llevando el compás. Bulerías, seguiriyas, alegrías… acompañaron la noche flamenca de La Isla, para mitigar las altas temperaturas de la canícula.

Hay que recordar que desde La Isla de Camarón, es visible la cúspide del Caíllo… y viceversa, por lo que hay que salir de la tienda a oscuras, para ver el alba desde la cumbre y disfrutar ese momento de luces y soledad. A la vuelta, desayunamos y recogimos. La cumbre está a escasos pasos del campamento, y ese momento siempre es meritorio de este pequeño esfuerzo.

En esta ocasión, tras la suave bajada, nos acercamos al mirador de la Manga de Villaluenga, donde se pueden ver pinzones vulgares, currucas capirotadas, y los aviones roqueros en sus nidos.

Al pasar por el yacimiento de Ocuri, justo en frente hay una venta que queda abajo. Se entra por un carril… Viña el Rubi. Siempre pasamos por aquí pero nunca es hora de comer… ¡Bendita la hora a la que pasamos, que sí era de comer! Un verdadero placer de cocina, de entorno, y de gente. 

Plaza de las Libertades.

Fuente de Allá.

La tormenta alejándose hacia la campiña jerezana.

Desplomes donde poder ver aviones y roqueros.

Los vencejos sobrevolaban las crestas alimentándose.

Comienzan las condensaciones en los valles.


Simancón y Rejoj, las dos puntitas del fondo.

Simancón y Reloj, pero amaneciendo.

Salga el sol por Antequera.


Trabajando.

Durante la bajada a Benaocaz.


El hábitat del roquero solitario.

Nidos de avión común occidental (Delichon urbicum). Distintos a los de golondrina.

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