lunes, 8 de noviembre de 2021

Gorgas de Alba.

Aun recuerdo de manera grata la mañana del 29 de julio. La jornada anterior fue muy placentera también, pues bajamos de dormir cerca del ibón de Gías tras una inolvidable y larga noche de tormentas pirenaicas. ¡Cuantos recuerdos te quedan tras visitar la cordillera más importante de nuestra querida España!

Amanecimos ese día en un nuevo emplazamiento, pues el camping Ixeia no fue de nuestro agrado. Hablamos con una familia de maños muy apañados, y grandes conocedores del valle, pues Luis, ya desde pequeño, con el club de montaña, hacía grandes excursiones por la zona… aquello si que era aventura y no lo de hoy, que es mero turismo. Lo tenemos todo masticado. Así que tras escuchar al experto, sin desayunar, nos fuimos a la carrera desde el mismo Hotel Turpí, hacia esas angostas cascadas… río arriba.

El recorrido está balizado, y encontrarás el nombre de las distintas especies que te acompañarán a lo largo del mismo. La musculatura no tarda en calentar, sin nada en el estómago, los pulmones, sin plumones, respiran libremente absorbiendo la humedad que brota del fondo del barranco. Pura vida. Conexión. Hay un ambiente bastante fresco.

A bastante distancia de las pasarelas desde donde se contemplan los saltos de agua, ya escuchas el estruendo, parafraseando a Havalina, y una vez en las potentes plataformas, serás rociado por el espray que producen estas enormes gorgas, al recibir esa ingente cantidad de agua… de vida… de alegría.

Ha sido la segunda vez en este periplo pirenaico, que hemos salido a correr por frondosos y tranquilos senderos… aunque para obtener esa recompensa, la soledad, hay que madrugar… pues estas carreras de recuperación muscular, se suelen llevar a cabo por los senderos más transitados de los parques.

El cuerpo agradece con placer un poco de ejercicio ordenado, tras tantos días de caminatas largas con exceso de peso.













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