Después
de una parada biológica de más de un mes (de kayak hablamos), por fin hemos
encontrado el momento oportuno, las ganas, y la mañana “ferpecta” para salir a
remar.
Con
motivo de la instalación del recinto ferial de la Isla de León, la salida en
kayak desde la Magdalena, se ve truncada por unos cuantos días; motivo más que
suficiente para buscar otro enclave cercano y mucho más atractivo, así, tras el
chupinazo del quinto encierro, protagonizado por los toros de la ganadería de
Torrestrella y habiendo vivido desde el desayuno, la emoción de una carrera
limpia y rápida de un grupo de astados gaditanos, bajamos a buscar las
embarcaciones y a las 9:20 de la mañana estábamos entrando al agua.
Esas
mañanas tranquilas y con una suave brisa del sur son idóneas para la práctica
de deportes en el mar, además, la frecuencia y altura significativa del oleaje
era suficiente para recordarnos que no estábamos en complejos endorreicos o
aguas interiores.
Si
navegar es placentero, cuasi más placentero resulta parar en una barra de arena
fina y clara, donde solo habitan gaviotas, para recrearnos del entorno,
degustar alguna fruta e hidratarnos con un poco de agua dulce, recordando los
melódicos acordes de blues de Luther “Guitar Junior” Johnson. Aquí también
podríamos aplicar el dicho: valdría la pena remar (caminar) aunque sólo fuese
por el placer de la parada.