De madre cántabra y padre argentino, Jimmy Barnatán, guitarrista,
compositor y cantante, entre otras facetas, como escritor o actor, hace las
delicias de cualquier amante de los doce compases del blues. Acompañado de su
grupo, The Cocooners, ofrece un registro digno de cualquier aficionado a este
estilo musical que tanto nos mueve.
Tras escuchar buen blues desde las 5 de la mañana, pues ya hay luz en
Dolomitas, bajarse del coche y comenzar a caminar junto a la caseta de peaje
que accede desde Misurina al aparcamiento del refugio Auronzo, no va a resultar
nada penoso, pues si las notas musicales eran acogedoras allá por Cortina
d´Ampezzo, el entorno ahora no lo es menos.
El “grueso del pelotón”, hace esta ruta desde el mismo refugio, abonando la
tasa de 30€, correspondiente a poder subir en coche 4 kms de curvas con una
pendiente media del 12%, y poder también aparcar en las cercanías del refugio.
Como aquí hemos venido a caminar y la ruta no es larga, nos podremos ahorrar
esa cantidad si tomamos el camino (hermosísimo) que accede haciendo recortes
desde la caseta (1851m) hasta el chalet de Auronzo (2300m). Ya eso depende de
la prisa que tenga cada cual.
El camino comienza por bosque de coníferas con vistas a enormes e
inexpugnables paredes de caliza. Si nos cruzamos a 2 personas en este tramo,
muchas serán… pero a partir de Auronzo, si nos cruzamos a 700 personas… pocas
serán.
Era un 17 del mes de julio, y hacía bastante fresco, llegando a sentir frío
aun con forro polar. Las paredes que ofrecen las Tres Cimas, son realmente
sobrecogedoras. Imaginar en 1869, en la Cima Grande, a Paul Grohmann,
acompañado de los guías Franz Innerkofler y Peter Salcher, aunque sea por las
consideradas hoy como vías normales, pone los vellos de punta. El mismo César
Pérez de Tudela, ascendió la Cima Central por su cara Norte, que fue inaugurada
en 1933 por Emilio Comici. Hablamos de una de las grandes Nortes Alpinas.
Estos enormes grupos montañosos están compuestos por dolomías, y de ahí
procede su característico nombre. Para cualquier aficionado a la montaña,
Dolomitas es una visita obligada en algún momento de su vida, pero es
aconsejable acudir a esta región, bien curtido en ascensiones y ducho en
técnicas de progresión por terreno escarpado, disfrutaremos mucho más, y si
acompañamos nuestras andanzas de nuestro kit de vía ferrata, la gozada será
máxima, pues estamos en el lugar donde nacen este tipo de caminos.
Durante la Primera Guerra Mundial, para garantizar el éxito de avance de
las tropas, los equipos de zapadores instalaban las mencionadas Vías Ferratas
(caminos de hierro), que hoy día, restauradas, se usan con fines turísticos.
Pasamos la Cappella degli Alpini y continuamos hasta el Refugio Lavaredo,
donde comienza la subida a Forcella Lavaredo. Aquí tenemos varias opciones para
llegar al refugio Locatelli-Innerkofler: la ferrata, la pista, y el sendero
alpino que va a media altura. Este fue el que tomamos nosotros. El paisaje está
rodeado de torres, agujas, gendarmes, pedreras, collados, navas, barrancos,
valles, lagunas… un paraíso alpinístico en toda regla.
Una vez en el refugio Innerkofler, nos acercamos a la base de la Torre di
Toblin, donde hay una buena ferrata, que no tuvimos opción de acometer, pues el
“kit” se quedó en el coche.
El camino elegido fue una circular a las Tres Cimas, por lo tanto, ahora
por la vertiente Norte, por el sendero 105 (busca un mapa de la zona, porque
todos los caminos están enumerados y el sistema es infalible), vamos hasta el
refugio Malga Langalm, y desde aquí cerramos la circular a las Tres Cimas,
recorriendo de nuevo el camino de bajada hasta el coche.
Es una ruta que no presenta dificultad alguna, y por el contrario ofrece
unas panorámicas inolvidables e impactantes. Esta ecuación (No difícil y
grandes paisajes) hace que sea uno de los recorridos más populares de Alpes.
Hay que tenerlo en cuenta, pues aquí cuando hablamos de popular, no nos
referimos a cruzarnos con 100 personas.