Una
convocatoria llevada a cabo por un grupo de aficionados a la bicicleta, de San
Fernando, fue lo que nos motivó a meter el tándem en el coche y salir a
oscuras, un domingo, hacia el polígono de La Palmosa, en Alcalá de los Gazules,
donde montamos lo que tuvimos que desmontar en casa, para que nuestra peculiar
bicicleta se pusiese en marcha.
Iban
apareciendo caras conocidas y los saludos mañaneros se sucedían unos tras
otros… muchos se interesaban por el tándem, pues seamos realistas, en nuestra
zona, es poco común ver este tipo de alegres y divertidas máquinas.
Hacía
un poco de frío… ¿cómo se diría en inglés?, ¿Cold? Ése es el título de una
preciosa canción de Black Country Communion, una superbanda en la cual
militaban una selección de los mejores músicos que se puedan escuchar… guste su
estilo o no.
El
pelotón se congregó para tomar una foto de salida, y el fotógrafo se tuvo que
alejar bastante… eran cuasi cuarenta los coloristas deportivos que tomábamos la
“salida” a cuasi las ocho y media de aquella nublada y amenazante mañana.
Previsiblemente,
podría llover, y tras doce kilómetros de asfalto por la vía de servicio, sentido
Los Barrios, giramos noventa grados a la izquierda, para entrar por el carril que
va ascendiendo al Coll d´Membrillo, de 301m, paralelo en sus inicios al arroyo
que da título a la entrada, y siempre por la margen izquierda.
Comienza
a lloviznar, poco, pero agradable incluso… la única pega es que hay compañeros
que es la primera vez que suben y no pueden disfrutar de la amplitud visual que
ofrece esta ascensión. Al pasar el mencionado puerto, hay un descanso, y tras
una parada de cortesía para que llegásemos los que estamos menos en forma, continuamos
ascendiendo, disfrutando de miradores, canutos, camaradería, y de una
meteorología que poco a poco se iría cerrando.
Alcanzamos
la carretera que sube a la estación de vigilancia (E.V.A. 11), y cada vez
llovía más… el viento arreciaba conforme tomábamos altura… nuestra única
referencia era el altímetro del gps. Curvas y más curvas, y ya empezamos a
cruzarnos con compañeros que volvían de cumbre. Comentamos que las condiciones
arriba debían de ser duras, pues todos bajaban sin esperar al grupo… paramos a
ponernos el impermeable, y las piernas se enfrían en un instante. Arrancamos de
nuevo el tándem y continuamos para encumbrar. Era la primera vez que Isabel
ascendía en bicicleta aquella montaña, y para mi, como si lo fuese, pues hacía
justo 15 años que no pedaleaba por allí.
Llegamos
a la cancela que da acceso a las instalaciones militares, y ni siquiera se veía
la esfera que cubre el radar, y mira que es grande.
Llegaron
los últimos camaradas mientras intentábamos sacar una imagen borrosa para el
recuerdo, y lo desapacible del momento, hizo que esta pequeña ascensión se
convirtiese en épica… ¡con la izquierda!... 1, 2, 3 … y nos tiramos hacia
abajo, desafiando la gravedad, los materiales, y la lluvia. Hay que estar muy
sincronizados cada vez que arranca y para en tándem. El asfalto bastante resbaladizo,
las manos casi insensibles… aprietas las manetas y no tienes la certeza de que
los frenos se vayan a activar… el frío intenso y el cuerpo mojado empieza a
hacer mella… a veces, el tándem roza los 50 km/h… y es el momento de tirar el
ancla para negociar herraduras, algunas de más de 180 grados… imagino que ir
detrás debe ser una experiencia aterradora, pero la copiloto bajó aquel puerto
todavía mejor que el piloto. Sin una colaboración extrema y al unísono, es
imposible manejar semejante aparato. Ha sido la prueba de fuego… una bajada sin
cuartel, bajo la lluvia… sometidos al dolor de las entumecidas extremidades…
desafiando el equilibrio y la capacidad de comunicación.
Al
llegar de nuevo al cruce con el camino de tierra, allí estaban muchos de los
compañeros, esperando al resto de rezagados, dando saltitos como una chirigota
bajo aquel techado, para entrar, o al menos intentarlo, en calor.
Tras
un poco de avituallamiento sólido, y concentrarnos todos de nuevo, empezamos a
bajar hacia la autovía… por donde habíamos ascendido.
Una
jornada perfecta, sin incidentes, con bastante alegría de por medio, y gracias
a los compañeros ciclistas de la Isla por organizarla.
Gracias
por supuesto a Edu y Paco por prestarnos unas formidables fotos para decorar
esta entrada.