lunes, 20 de noviembre de 2023

Ascensión al Pico Cuiña (1992m), Peña Longa (1896m) y Pico del Mustallar (1935m), techo de Lugo.

Volvemos a subir, y a la misma hora, al Puerto de Ancares, un día después de haber hecho el Miravalles. Las piernas lo agradecen… esto va a caminata diaria, por prescripción médica. Y por prescripción mecánica, el coche se queda donde mismo ayer.

Con rumbo totalmente opuesto al del día anterior, vamos ascendiendo entre brezos y pasto, hasta pasar junto al maltrecho Refugio del Puerto de Ancares.

El Bierzo es realmente espléndido, es enorme, lleno de recursos naturales y paisajísticos, y aquí se encuentra esta Reserva de la Biosfera que son los Ancares.

Seguimos por la arista, preciosa, pero llegado un momento hay dos opciones y tomamos la que baja, para cambiar de ambiente y conocer el pequeño refugio Cabaña de Cuiña, que está impoluto. Nos cruzamos con un joven que había pasado la noche ahí. El entorno es inmejorable, alpino al cien por cien. Solitario y placentero. Estar en un enclave así, caminando, entregado a la incertidumbre, porque es la primera vez que pasas por ahí, y sin plano, sin track de gps, ni nada que te guíe… es un verdadero placer… o un disparate, que dirían otros. Nos quedamos con lo primero.

El valle está completamente verde… julio es la mejor fecha para los Ancares. Vemos los vigilantes rebecos muy cerca de nosotros, y seguimos ascendiendo hacia la primera intención de esta jornada tan placentera. Alcanzamos el collado, y le metemos directo al Cuiña. Comprobamos que es una cumbre excepcional para venir a dormir y contemplar el universo entero y todos los planetas… y ya nos hemos acordado irremediablemente de los granaínos. El paisaje se amplía.

La cumbre es muy amplia, parafraseando a Henry Russell, un pelotón podría maniobrar aquí arriba… y nosotros podríamos tomarnos un café y unas delicias extremeñas en este mismo lugar. No hemos caminado demasiado… pero un café es un café.

Desde aquí se ve Peña Longa y Mustallar que dan miedo. Hay que bajar mucho, volver a subir, volver a bajar mucho, volver a subir… y todo esto por doble, porque hay que regresar al Cuiña. Lo que a mi me gusta: un mataero. Así que al lío. Isabel dice que ¿pa qué ir hasta allí con lo lejos que está, si vas a ver lo mismo? A lo que yo respondo: ¡A por un geocaché! No he venido hasta los Ancares, además, para soslayar la máxima elevación de Lugo, carallo.

Esta jornada fue muy poco o nada pajarera… no se podía perder un minuto en mirar al cielo… es más, no llevaba a la mano ni el prismático. Peña Longa es todo un desafío, tras bajar el enorme Cuiña, ves frente a ti una pared gris y verde. No se puede sortear… hay que acometerlo. En su cima, un hito de piedras y en la chapa de un coto de caza, han pintado el nombre del cerro. Se agradece la información. ¿Y como se baja de aquí, hacia el Mustallar? Pues a las bravas, nadando en un mar de brezo. Menuda odisea.

El collado que me separa ahora de la última ascensión (de ida) es precioso. Grandes oportunidades se ofrecen desde esta confluencia de laderas opuestas y divisorias de aguas; pero yo sólo tengo una opción. Tiro tieso hacia la cumbre chata y larga del techo lucense. Llego arriba del todo y enciendo el gps… hay un geocaché que buscar.

10.000 millones de insectos me dan una calurosa bienvenida, a lo que yo respondo sin aspavientos y con total confianza. En cada foto sale toda la familia del catálogo de especies voladoras. La mochila parece un hormiguero… deja a los chavales que disfruten... ya se irán.

Hacía tiempo que no dedicábamos unas líneas al asunto “techos ibéricos”. No ha sido nuestro objetivo completar la lista de techos provinciales, pero si que es cierto que hemos ascendido muchos, incluso hubo un verano que subimos cinco o seis seguidos, por Picos y Euskadi. Fue muy emocionante. Esta cumbre, sin embargo ha salido casi de casualidad… teníamos ganas de adentrarnos en los Ancares, más que por el reto de los techos. Desde luego, a quien esté por ellos… le va a encantar esta comarca. Un día me pondré a contar cuantos hemos ascendido… por curiosidad.

Es preciosa esta cumbre… se me olvidaba añadirlo, pero después de disfrutar las vistas, y descansar un poco haciendo fotos, toca la hora de regresar, por donde más o menos hemos ascendido. ¡Qué verde está todo el pasto!

A la hora de comer, no habíamos terminado la caminata, así que degustamos nuestra propia gastronomía en una cumbre preciosa que quedaba a menos de una hora de donde estaba estacionado el maldito vehículo. Contemplar ahora con tranquilidad el paisaje recorrido, fue un verdadero placer; es para esto para lo que subimos cumbres… para observar el paisaje tras el reto del esfuerzo. Los montañeros, como dice Robe en su último trabajo, no tenemos Nada que Perder. Una semana sin montaña, es una semana perdida.

Como en La Vuelta: Comienza Puerto.

Muy despejado el día y mucho menos ventoso que ayer.

Collados de libro.


El incansable vigilante de las montañas.

Al fondo, ya el Cuiña.

Pico Cuiña.


Desde la misma cumbre... o casi.


Pico Miravalles, desde Cuiña.

Peña Longa, y Mustallar detrás, desde Cuiña.


Me despido... hasta Mustallar.

Collado entre Mustalar y Cuiña.

Cima alargada del Mustallar. Máxima elevación lucense.

El geocaché más elevado de Lugo.

Esculturas en la cima. Human Touch.


De regreso, y tras la comida, vuelta a las botas.

Esto se estaba terminando. ¿Repetiremos Ancares?

lunes, 30 de octubre de 2023

Ascensión al Miravalles (1966m). Ancares leoneses.

Habíamos llegado el día anterior a la pequeña y acogedora población de Pereda de Ancares, donde además de buenas maneras, podremos aprender como es una palloza. La población es muy tranquila, como es de esperar en estos entornos. Estamos en el valle del río Cuiña, encajonados y rodeados de laderas montañosas.

El camping Ancares es de lo mejor que hemos encontrado en cuanto a hospitalidad y relax absoluto. Ya no es sólo recomendable, si no imprescindible conocerlo. De verdad, muy pocos sitios así vas a encontrar. Dani y Mónica se vuelcan en darte todo lo que necesitas. Dani es guía de montaña titulado, y si lo necesitas, te guiará por recónditos y extremadamente bellos rincones con total seguridad. Mónica, este verano, se atrevió, sin conocimiento previo, a criar un vencejo que Dani encontró en el lavadero. Fue una experiencia increíble para ellos… se tuvo que poner a buscar como alimentar a uno de estos imprescindibles animales. Y tras enterarse de que nosotros habíamos criado vencejos y teníamos experiencia, nos lo enseñaron, y la verdad es que lo estaba haciendo muy bien. No es tan fácil criar un vencejo… y lo consiguió. Vimos un video, ya en casa, de cómo logró salir volando gracias a su esfuerzo. Mil gracias a Mónica y Dani por su compromiso medioambiental. Estas personas son necesarias.

Salimos temprano, tras las recomendaciones de Dani la tarde anterior.

El camino va casi al cien por cien por pura arista, y es precioso… un mar de brezo nos rodea por ambos lados, pero el feroz vendaval no nos dejaba ni respirar. Estamos en pleno julio… sofocante mes donde los haya… y llevábamos 3 capas; guantes, gorro… y porque no encontré más cosas en la mochila. Una lucha sin tregua, parafraseando a Tierra Santa.

Vamos enlazando collados y cumbres, venteados, como hemos expuesto, pues se avanza expuestos. Pero es una gozada lo inmenso de las vistas que se tienen. Al poco de salir, se ve el Miravalles allá… al fondo… y la verdad es que impone, a parte de hacerte dudar (¿No será aquél?) por el tamaño y por lo lejos que está. Y chino chano, llegamos al último collado… y vimos un camino que baja a nuestra siniestra. 

Hacemos cumbre. No se está tan mal arriba del todo… lo mismo de siempre: te colocas en un lateral y el viento pasa por encima sin golpearte. Hacemos panorámica, y reponemos el geocaché de cumbre, que se ha perdido… luego el propietario nos lo agradeció enormemente. Hay vértice geodésico y buzón… y una reciente escultura montañera. Hay pasto de montaña.

El tomar un café en la cumbre se ha convertido en rutina, a no ser que nos den las once y nos falte tarea por terminar, pero no fue el caso, así que nos relajamos. Después de todo, vimos volar unos Ptyonoprogne rupestris, o avión roquero, y nos quedamos hipnotizados con su capacidad de control aéreo. Tan pequeñines y tan perfectos. Siempre hemos llevado prismático a la montaña… sólo que antes mirábamos sólo el paisaje, buscábamos gente en otras cumbres… los pueblos… los coches… y ahora nos distraemos intentando identificar pájaros. Hace unos años sólo sabíamos identificar el buitre leonado, el cuervo, la chova… y un par de docenas más.

También hemos cambiado de óptica, ya que aquel 12x30 ya no enfocaba bien… le patina el rotor… y además, la relación de pupila es muy oscura… son 2,5mm, y el 8x32 de ahora es mucho más luminoso. Es muy recomendable esta relación. Recuerda: 32mm dividido entre 8 aumentos, es igual a 4mm.

Bajamos. Sorteamos la tela de araña que vimos cruzando el camino a la subida; ya se la llevará alguien por delante otro día… y es que no se ve.

En el colladín, decidimos conocer otra vertiente… la que baja a Balouta. El camino no está muy marcado… pero es cuestión de ir bajando hasta dar con el pueblo… el hermoso pueblo. El restaurante está cerrado… te ponen algo de beber, algo frío de comer, como embutido (muy rico, por cierto), helado, café… pero no hay cocina funcionando. Es una pena porque sólo hay un restaurante por toda esa zona, y aquí venía gente de otras poblaciones a comer los domingos. Pero es lo que hay.

Total, que nos sentamos y nos sirvieron. También compramos algo de artesanía Pumarego. Y no compramos miel por el peso… pero la compramos en el camping.

Tras la nutritiva ingesta, vino de la comarca incluido, había que salir cuesta arriba y por carretera… y aquí no daba el viento. La dichosa carretera da un rodeo muy largo, y hay un camino que recorta… pero casi hubiera sido mejor continuar asfaltados… aquel camino está totalmente perdido. Menuda odisea… menos mal que eran helechos y no zarzas… si no, esto lo hubiera tenido que escribir Tom Araya… cantante de Slayer (y bajista).

Y cuando llegamos al Puerto de Ancares, hartos de restregarnos por la broza y con un desnivel de muerte, había bajado el viento. Buscamos otro geocaché, en el mismo puerto… estuvimos observando una tarabilla, no sabría decir si norteña o rubícola. Empezaron a ascender cien, doscientos, o más vencejos. Era espectacular. También se observó algún águila y un cernícalo. Los Ancares nos han sorprendido gratamente. 

Hay un libro, El País de los Pájaros que Duermen en el Aire, es de Mónica Fernández-Aceytuno, de 2018, aunque el nuestro es la cuarta edición, de 2020. Lo edita Espasa, y es seriamente recomendable… es un paseo por todos los meses del año, y la variedad de especies que van apareciendo a lo largo de las distintas estaciones. Para quien nos gusta la montaña puede ser una lectura imprescindible.

Este sector de Ancares está declarado ZEPA, y por algo será. Por ahora, acometemos con el vehículo la vertiginosa bajada a Pereda.

Es tan acogedor el camping, que hay hasta chotacabras, petirrojos, carboneros, mirlos… se ven vencejos, a parte del que criaba Mónica; y había buena conversa con ellos, y con una familia de Madrid, que en unos días irían por Málaga. Por las tardes, además, se acercaban parroquianos a tomar unos vinos, y conocimos a lugareños muy interesantes. Y con el telescopio, se observaban rapaces por las cumbres que nos rodeaban.

Por la noche refrescaba… amanecíamos a 8ºC… a mediados de julio. Fueron unos días muy agradables en un entorno que teníamos muchas ganas de conocer… y viendo las posibilidades de hacer rutas de dos días por aquella zona, Ancares se proclama como un destino a repetir. Siempre repetimos Pirineos… con lo masificado que está… ¿Porqué no buscar tranquilidad y buena montaña?

Los días se acaban, pero las canciones quedarán, y estas harán que refloten los recuerdos… recuerdos de aquella comarca leonesa que tanto nos ha enseñado.


Comenzamos. Allá se ve el coche, en el collado.


Al otro lado se ve el imponente pico Miravalles, que nos asustó al verlo.

El mundo... desde aquí se ve el mundo entero.

Nadando en un mar de brezo y pasto de montaña, contra viento.

Al fondo, el coche... que vuelva, que vuelva a casa... parafraseando a Robe.

Tendré lo que quiera tener, y tendré bajo esa pared cobijo.

El senderillo de montaña no plantea discusión.

Que corra el viento... y el tiempo.

Estos días vimos varios rebecos. Son los grandes vigilantes de la montaña.

La pose del montañero es importante en esta vida... y en la otra.

Nunca me he arrepentido de ascender. Hay que seguir ascendiendo.

No dejes que otras asciendan por ti. Crea tu propia sombra.

Alguna de estas fotos, acompañan la página de Adventoorer. Colabora tu también.

Geocaching cimero en los Ancares.

Mustallar y Cuiña, se quedan tan lejos, que puedo andar por encima.

Por debajo de la pedrera de la foto anterior.


Ya en Balouta.

Palloza.

¡Un sitio donde comer! y beber... que todo no va a ser "porrazo y soplío".


Hasta las cejas.

Reto conseguido. Por suerte o por desgracia, todo acaba.

domingo, 22 de octubre de 2023

La Braña de Mumián. Ascensión al Pico El Molinón.

Es la braña más conocida, posiblemente, de todo el Parque Natural de Somiedo. Es la más visitada. De hecho, coincidimos con tres vascos, los del día anterior en el camino al Muñón, y luego con un grupo de unas cuantas personas… no recordamos cuantas…, fue uno de ellos quien nos dijo el nombre del pico que habíamos ascendido… para hacer una buena panorámica para la página de los Horizontes.

La improvisación siempre está presente en cada uno de los pequeños viajes que hacemos, y hace años habíamos llegado a Braña Mumián desde Llamardal, pero recordábamos poco, quizá por aquella niebla; esta vez decidimos ni siquiera usar el coche, ya que Pola de Somiedo no parece estar muy lejos de la braña, y en los planos turísticos del Parque, aparece como opción esta caminata. Tuvimos que entrevistar varias veces por el camino… pues no lo teníamos muy claro, ni está demasiado señalizado. Casi mejor así… preguntando a los paisanos.

Y al rato de salir de Pola, atravesamos la pequeña y encantadora población de El Coto, donde volvimos a preguntar por la senda. Aquel camino cada vez era más inclinado. Menuda pendiente ofrecía el trazado… aunque la majestuosidad paisajística nos quita las penas, si apareciese alguna.

Son días de verdadera primavera a mediados de julio en esta comarca. Nada que ver con la quema sevillana de la cual nos informan desde el sur… aquello si que debía ser un infierno… menos mal que huimos a tiempo. Habíamos dejado vencejos por terminar de criar… pero en estos momentos debíamos ascender varias cumbres, antes de que la canícula nos atorase. Los vencejos debían esperar.

Aquella mañana, como casi todas, la gorriona venía a donde había cortado el pan (de masa madre, de Pola), y hacía acopio, que casi no le cabía en el pico… hasta limpiar la madera completamente de migas. Los petirrojos daban su llamada, con ese toque inconfundible, al igual que unos herrerillos, y su sonido más metálico… y las motacillas campeaban por el jardín con su coleteo incesante, entremezcladas con los mirlos y su mirada anillada. Incluso un erizo nos visitó de madrugada olisqueando en una bolsa que había dejado fuera. Tuve que salir antes que se comiese algo que le hiciese daño. Debemos ser cautelosos con lo que disponemos al alcance de los animales… podemos causarles la muerte, directa o indirectamente. 

Llueve… ¡por fin!... un día de llovizna para nuestros agradecidos espacios naturales… y continuamos ascendiendo por aquel camino ganadero completamente jalonado de foresta. Hace rato que dejamos abajo El Coto, y la visibilidad es muy escasa. Nos metemos cada vez más dentro de las nubes… es emocionante.

Llega un momento en el que se sale de la frondosidad, y los ojos empiezan a ver espacios abiertos, rodeados de grandes elevaciones… el caminar se vuelve más suave, incluso comenzamos a llanear, y a bajar un poco. Eso es que estamos ya encima de la braña. Empezamos a ver pajarillos volando y acompañando la alegre mañana. Hace frío, incluso. A lo lejos vemos La Peral, y acabamos de dejar atrás una elevación bastante sugerente, El Molinón.

Los teitos, las olleras, los muros de piedra seca, los pastos… todo el conjunto es acogedor. Hace frío. Nos retiramos tras una visita por la zona, y nos dirigimos hacia esa cumbre, incluso le encontramos una vereda.

Hace viento… no tanto como el día anterior en El Muñón, pero hace. Casi no llega el sol, y la humedad es palpable… un día fresco de estos, te deja el cuerpo nuevo.

Las vistas desde El Molinón llegan lejos, pues incluso se atisba el Albo Occidental, al que ascendimos hace unos días, y eso que sólo estamos a 1480m de altitud.

Llega la hora de deshacer el camino… y se nos acercó un perro, que por allí andaba suelto, y nos acompañó todo el recorrido. Al bajar, se despejó bastante, y el sol hizo su trabajo, incluso vimos una pareja de alimoches, o eso parecían; también un reptil que no habíamos visto nunca… una especie de eslizón por el brillo, pero sin patas. No sabemos identificarlo.

A la tarde, nos acercamos a Gua, a ver si veíamos el oso, que al parecer, todas las tardes pasaba por allí… pero esa tarde no pasó. No se si sería por el jaleo que armamos en aquel mirador, con Pepe, y los vecinos sevillanos… incluso había otros observadores quejándose de que liábamos mucho ruido… ¡pero y lo bien que lo pasamos! Además, vimos águilas calzadas (3, la familia completa) y algún buitre leonado… vencejos y aviones… golondrinas… creemos que el oso era lo de menos.


Pola de Somiedo

Hacia El Coto


El Coto

Reutilización.

También... reutilización.

Teito



Zona alta, cerca de Braña Mumián.


Llegando a la braña.



Las olleras. Para meter las ollas de leche y que no se caliente.


El Molinón.


Cumbre del Molinón.

De oso.

El Coto


Intentando ver al oso en Gua.