miércoles, 13 de noviembre de 2019

Ascensión al Belesar (2413m) por la Garganta de Bohoyo.


La relación entre montaña y ríos es evidente. Saliendo de Cádiz, tendremos que cruzar el Guadalete, el Guadalquivir, el Guadiana, el Almonte, el Tajo, el Jerte, y el Tormes… así, a groso modo… y por último, tendremos que caminar en paralelo a uno de los más bellos ríos de Gredos, para alcanzar una ansiada cumbre.
Es 1 de noviembre y hacen 15ºC a las 7:15 de la mañana en El Barco de Ávila.
La pequeña población de Bohoyo, es fácil de encontrar en la oscuridad; Pasamos el pueblo en dirección a Navamediana y tras cruzar la Garganta de Bohoyo, por otro estrecho puente, a la derecha vemos la indicación del área recreativa.
A las ocho nos ponemos en marcha tras tomar el segundo desayuno en una hora, y el robledal nos deja boquiabiertos. Cruzamos una cancela, y empezamos a ver ganado. El camino asciende lentamente junto a una acequia y tapizado completamente de bellotas.
Nos salimos para ver la Fuente de Navazuela, que se encuentra en un paradisíaco entorno de montaña. Nos adelanta un hombre en este momento… le vemos de lejos.
La subida continúa bajo frondoso robledal casi hasta encontrar el primer refugio que apoya el recorrido, el de la Secá. Está bastante completo, es pequeño, pero para dormir dos personas es ideal. Queda a escasa hora y media de donde podemos dejar el coche, pero apenas 15 minutos más tarde, encontraremos otro refugio similar: La Redonda.
La Garganta de Bohoyo se va abriendo, rodeada de aristas graníticas, jóvenes y esbeltas, demostrando a cada paso lo pequeños y delicados que somos, aunque algunos se empeñan en hacer mucho daño.
Poco antes de cruzar el arroyo de los Horcos, nos cruzamos con quien vimos abajo, que venía de vuelta de su paseo de montaña. Nos advierte que la predicción avisa de agua a partir de las 4 de la tarde… vamos justos para ascender El Belesar. También nos advierte de la presencia de machos bajo el refugio La Longuilla. En este prado inclinado, el camino se difumina lo suficiente como para perderlo… pero lo encontramos de nuevo. No creo que exista el que se esconda de nosotros definitivamente.
Tras ver las esquivas victoriae, y a las once de la mañana, empezó a llover. Las nubes en este valle van entrando desde abajo, y se ve venir la lluvia.
Poco a poco se va empapando todo y el granito empieza a resbalar… hay que saber caminar por él. Cruzamos el río junto a una hermosa falla, tras haber dejado atrás el pequeño Lanchón. Ahora sí que vamos caminando por la verdadera roca.
Una gran placa ligeramente inclinada nos presenta una brecha hermosa por la cual corre agua a borbotones. Al fondo, entre las sinceras nubes que se ciernen sobre el Belesar, se otea el collado que tendremos que ganar. 
Esta zona es escarpada y se aumenta de altitud considerablemente, pero hace ya bastante tiempo que caminamos y estamos deseando descansar, y la llovizna no invita a parar; de repente, atisbamos el refugio de El Belesar, el cual reconocemos por las fotos del blog Pisando Cumbres.
Son las 14:15. Nos acomodamos para yantar plácidamente, que ya es hora… y continúa lloviendo.
La puerta del refugio es pequeña, y el interior ofrece la confortabilidad justa… sentados, tenemos que agachar la cabeza para intentar otear la arista de la vertiente opuesta a la que nos encontramos, pero, aun así, las pegajosas nubes de montaña, nos impiden la hermosa visión.
Sobre las 16:00, cesa la lluvia, y donde la sensatez calla, habla la inconsciencia… Fran sale a dar un paseo… se aburre dentro del refugio… ya no había nada más que limpiar… lo ha dejado nuevo.
¿Dónde va Virenque?... donde va la gente. El “dicho” acaba de cambiar… se ha hecho historia. Parquesvr, y su magnífica ópera Rock, “Lance Armstrong”, ha golpeado nuestro cerebro esta semana, dejando un sabor de boca y una cantinela difícil de eliminar… ¡Pelotón, pelotón!... ¡Esto es el Tourmalet!, ¿o no lo ves?... ya no sabemos si estamos en Pirineos o en Gredos…
En menos de una hora, estaba en la cima. La Hoya del Belesar es realmente bella… llena de pastos y grandes pozas en escalera… la arista cimera, cubierta totalmente de nubes, no deja ver la Hoya de las Berzas, ni las 5 Lagunas… apenas se ve a 20 metros.
Y durante la corta bajada, comenzó a llover, llegando la lluvia a calar ciertas partes, y ya no paró hasta la mañana siguiente.
El amanecer, muy cerrado, fue especialmente atractivo. La Garganta de Bohoyo, que siempre fue el camino de acceso al Circo de Gredos, hoy, gracias al acceso por carretera hasta la Plataforma, se ha convertido en un lugar solitario. Sólo vimos cinco personas en dos días… pues aun así… encuentras algo de basura.




















jueves, 19 de septiembre de 2019

Kilimanjaro. El Sueño Tanzano. Capítulo V. El ataque a Uhuru desde Barafu.


Media Noche.

Aunque lo importante era descansar tras la dura jornada anterior, es muy difícil conciliar insomnio, nerviosismo y necesidad de descansar.
A las 23:15, creemos recordar, ya estábamos trasteando, aunque lo habíamos dejado todo preparado: Agua, plumas, manoplas gigantes… ni cuatro horas hemos descansado de la última jornada.
Bueno, la suerte está echada, desayunamos algo, sin café, Charlie nos dijo que no es bueno tomar café el día de cumbre, para evitar el mal de altura. Salimos de la tienda sobre las 00:10. Hay movimiento. Hace frío a 4600m a media noche, pero dejo el plumas y las manoplas gruesas en la mochila. Isabel se abriga demasiado.
Salimos hacia Kosovo, campo situado a 4800m. Pasamos de largo… hemos tenido que trepar en plena oscuridad por la arista. Ojos que no ven… vamos demasiado aglomerados con miembros de otras expediciones. Isabel tiene calor, y yo empiezo a ponerme nervioso y me vuelvo irritable. Dicen que es uno de los síntomas del mal de altura.
Las estrellas se confunden con las luces de los frontales… hay que parar y fijar la vista para distinguirlas… la ascensión es lenta y dura. Apago la luz de mi frontal… no la soporto.

Mal de Altura.

El frÍo se intensifica a cada paso, no sabemos qué hora será… puede que las dos de la madrugada, o algo más. Isabel va muy bien, caminando paso a paso esta terrible subida. Yo empiezo a sentir mareos… cada vez más. Tengo nauseas, y unas ganas enormes de acostarme… me tengo que sentar a descansar un rato. Isabel me despierta con un golpe en el hombro: ¡No te vayas a quedar dormido aquí! Hace un rato que llevo las manoplas gruesas y 5 capas arriba, contando el grueso plumas. ¡No puedo más! El mal de altura se está cebando conmigo, pero no puedo decir nada… esto es terrible.
Volvemos a parar, al rato, y comemos algo de frutos secos… serían dátiles u orejones, sólo recuerdo tenerlos en la boca mucho tiempo, intentando tragar. El tubo de la camelbak se congeló hace un buen rato, pero llevamos bidones en la mochila. El frio es insoportable… las manos no calientan ni con esas manoplas de expedición capaces de calentar a un muerto. Vamos respirando hondo, muy hondo… y caminando lentamente… muy lentamente. El mal de altura no se pasa.
No sé cuantos libros he leído sobre alpinismo, y en todos aconsejan bajar en el primer instante en el que se sienta el mal de altitud. Seguir subiendo es peligroso, porque sólo va a conseguir agravar el problema. Isabel se dio cuenta hace un buen rato de que yo iba muy mal, y hábilmente se puso delante de mí, para marcar el tempo. Yo sólo quiero dormir.
Empezamos a ver la aurora y Wilfred me dice que quedan unos 20 minutos para alcanzar Stella Point. Me entra una emoción incontrolable y empiezo a llorar. Espero a Isabel, que viene unos metros por detrás, y siente la misma emoción.
Es inexplicable, pero puedes recorrer los últimos metros llorando como un niño, feliz como nunca. ¿Esto significa que ya lo hemos logrado?
Esta maldita montaña está resultando lo más duro e impresionante que hayamos hecho nunca.
Alcanzamos Stella Point, un collado espectacular desde donde se une la ruta Marangu a la nuestra. Vemos el cráter del Kilimanjaro ante nuestros ojos. ¡Estamos en la cima más alta de África! 5758m de altitud, y cuesta un trabajo enorme respirar… ya nos queda muy poco para superar este formidable reto. El sol está empezando a salir y alumbrar esta maravilla geológica y sobrehumana.
Hace un rato vimos a nuestra izquierda el hielo primitivo… fue muy emocionante ese momento, y a partir de aquí, empezamos a verlo más cerca, pero no lo podemos tocar. No hace muchos años, llegaba casi al camino… ahora está lejos. El cráter está limpio… no queda nada de hielo en su interior. Es increíble, pero vemos basura… ¡basura en la cumbre del Kilimanjaro!
El mareo no cesa, la necesidad imperiosa de bajar está tomando una posición no negociable… No soy consciente del tiempo, pero en casa, viendo los datos de las fotos, pasó una hora entre Stella Point y el techo de África. ¡Una hora! O sea, que he estado más de 5 horas acusado de Mal de Altura, y he seguido subiendo… error de libro.

Uhuru Peak, 5895m.

No nos lo podemos creer. Después de una larga noche, en la que todo ha parecido un mal sueño, dando cabezadas y perdiendo el equilibrio durante la dura subida, estamos en el punto más alto de este formidable volcán. Un cartel enorme de madera nos hace saber que hemos vencido a la montaña… que más que a la montaña, se le vence al organismo. Si eres capaz de sobrevivir a los efectos de la temida hipoxia, la cumbre no es difícil, en absoluto. No es cuestión de estar fuerte, si no de aclimatar bien. La mayoría de las personas que nos cruzamos, bajan agarradas porque no funcionan bien. Los catalanes bajaron muy rápido, nos cruzamos y abrazamos, llorando, porque lo habían conseguido… pero también tenían problemas con la altitud, no coordinaban algunos movimientos.
El cerebro está bien, de hecho, me acuerdo de sacar nuestro cartel, que venía en la mochila desde Cádiz. Hay pocas fotos… mi máquina hizo sólo 3 en la cima, y se apagó para el resto. Hace viento y un frío insoportable. Con los nervios, no nos ponemos ni gafas, ni nos cubrimos la cara… quitarte las gruesas manoplas para hacer unas fotos, es un gran sacrificio. El tubo de agua está congelado… bebemos algo de una congelada botella del interior de la mochila. Tenemos que apresurarnos o esto puede empeorar… los mareos no se van, y la bajada comienza dando tumbos como un borracho.
Isabel ha demostrado una energía y una capacidad de adaptación a la altitud muy superior a la mía… y por supuesto una capacidad de gestión, también superior. ¿Todavía hay duda con respecto a la superioridad de las mujeres?

Descenso.

La diferencia de velocidad es tremenda. 7h y media para subir y menos de 4 horas para bajar.
Sigo muy mareado cuando alcanzamos la tienda, en Barafu. Nos tumbamos unos minutos a descansar, y nos traen la comida… a las 11:30 estábamos comiendo… yo todavía con mal cuerpo y sin ganas. Comemos bastante, nos preparamos, y salimos hacia abajo. Aunque no te encuentres bien, has de ser fuerte… no estás en casa. Vencer al mal de altura es duro sin tomar medicamentos e insistiendo en la subida… era todo o nada.
El descenso es por una arista alomada muy atractiva, se desciende en línea recta. Al rato ya empezamos a ver brezos… el camino es largo, pues esa noche dormimos a 3100m de altitud. Llevamos a cabo un descenso que nunca habíamos realizado: 2795m. Tras más de 14 horas de actividad, firmamos en Mweka Camp. De nuevo estamos en zona boscosa. Nos acostamos nada más anochecer, vimos un Ranger con un fusil, y a la mañana siguiente, descenderíamos hasta 1640m, para tomar nuestro bus privado en Mweka Gate, que nos llevaría al hotel de Arusha.
Antes de partir, solucionamos el tedioso tema de las propinas. En Mweka Camp, repartimos ropa con los guías y porteadores… chaquetón de plumas, guantes… y otros materiales necesarios para la montaña. En el hotel, Wilfred nos da el certificado de haber ascendido con éxito el Kilimanjaro. Y a descansar… nos lo hemos ganado.

Recomendaciones.

Tanzania, ha merecido la pena, sin lugar a dudas.
Vacunas. La cartilla de fiebre amarilla, si vienes de España (vía Estambul en nuestro caso), no es requisito, pero si vuelas a Nairobi, si os la pedirán, porque en Kenia hay fiebre amarilla.
Malaria. Es una pastilla diaria. Puede ocasionar diarrea, vómitos, dolor de cabeza… y más dolencias, a 1 de cada 10. No merece la pena arriesgar la ascensión… en Kilimanjaro no hay mosquitos. Repelente, y ya está. Nosotros no hemos tenido problema… por el momento.
Agua. Tomamos infusión, café… con agua del grifo, en Arusha… además de ensaladas frescas. No hubo problema. En montaña, no beberás agua embotellada… a no ser que la cargues tú. Puedes llevar para dos o tres días si quieres. Nosotros llevamos pastilla para potabilizar, por si acaso.
Frío. El día de cumbre, bastante. El resto de días, no más que en Sierra Nevada. Llevábamos saco de plumón de -10 grados y sobró saco. La mayoría de días, con la cremallera abierta.
Lleva gorros, guantes, polares, camisetas, tubulares, gorras… los que ya no uses, o uses poco, y los regalas a tu grupo. Lo agradecerán muchísimo, porque ellos no tienen como nosotros, un Decathlon a mano… incluso esa mochila que ya no usas. Es una manera de volver más liviano a casa.
No en todos los establecimientos recogen dólares.
Visa. No te preocupes, que se paga al bajar del avión.
Avisa a tu empresa si tienes alguna restricción alimenticia.


Un amanecer nunca visto, desde casi 6000m.

El glaciar colgante, muy reducido. La montaña está seca y polvorienta.

Nico con la mochila de Isabel. Wilfred por delante.

Estamos en la cumbre más alta de África.


El resto del glaciar de la cumbre.

El interior del cráter del Kilimanjaro.

Fran destrozado por el Mal de Altura. Isabel, tan fresca.

Los cuatro en la cumbre. Techo africano... es increíble.

Respirar el gélido aire a 5895m te va destrozando poco a poco.

Monte Meru, visto desde Uhuru Peak.


El mar de nubes nos rodea por completo.

Stella Point. El cráter a la derecha de la imagen. Uhuru Peak, justo tras el panel.

El descenso. 2800m en una sola jornada.



De nuevo en la zona del páramo.

Registro en Mweka Camp.

Nuestro grupo al completo.

Último atardecer en la montaña.

Amanece. Paula y Cristina, las catalanas, están en cumbre en este momento.

El bosque tanzano.

Pequeño helecho.

Mweka Gate. Finish.



Mercado en un pueblo, camino de Arusha.

En el hotel, nos dan los diplomas.

martes, 10 de septiembre de 2019

Kilimanjaro. El sueño tanzano. Capítulo IV. Baranco Wall – Barafu Camp (4600m).


Un auténtico “rompepiernas”.

Recuerdo que salí a oscuras hacia las letrinas y escuché a alguien vomitar en el cubículo anexo. Esa persona estaba pasando un mal rato a 3950m de altitud. Espero que fuese efímero. Puede ser que estuviese afectado de mal de altura… es muy normal.
Hemos descansado un poco… nos levantamos pronto, pero como anochece a las seis y media, también nos acostamos temprano. No ha hecho viento en toda la noche. Hace un poco de frío y vemos de nuevo la aurora de la mañana. El sempiterno Kilimanjaro nos mira desafiante… no sabemos lo que se nos viene encima. Descendemos unos metros para cruzar el río, tras un copioso y variado desayuno: café, tortilla, tostadas, fruta… y afrontamos Baranco Wall, que como su propio nombre indica, se trata de una auténtica pared. Hay que ayudarse de las manos en muchos pasos, sin embargo, los porteadores y porteadoras avanzan más rápido que nosotros con un enorme peso en sus cabezas. El equilibrio es fundamental en la vida, y la ataraxia ayuda a ello.
El cambio climático se nota especialmente en estas latitudes. Estamos a 3º S 37º E… una hora más que en nuestro país. Los glaciares tanzanos han sufrido una regresión espectacular en la última década, y ya nada queda de aquellos Penitentes de Hielo que se tenían que ir esquivando por el camino. Es invierno en el hemisferio Sur, y se puede ascender a un volcán de 5895m de altitud sin crampones. Eso lo dice todo. Incluso los más escépticos tendrán que empezar a creer que existe un calentamiento global demostrado… aunque teniendo en cuenta que hay quien piensa que la Tierra es plana…
Una vez superado Baranco Wall, estamos en una terraza totalmente plana… como la Tierra, con un plano manto de blancas nubes bajo nuestras botas. Sólo el Meru asoma su naricilla en la más absoluta lejanía. Es el lugar ideal para la foto saltando… pero nosotros no nos vamos a dedicar a dar saltos, a nuestra edad.
A nuestra edad lo que nos apetece es escuchar buena música, buen vino... Hay una banda uruguaya, que ofrece una dialéctica realmente evocadora de melancolía. Los juegos de palabras, las ironías, los guitarrazos… son imprescindibles y necesarios. En 2019 han sacado nuevo disco, y llevan años haciendo música en Montevideo. Hablamos de El Cuarteto de Nos. Son cinco componentes, con un estilo rockero, que seguro llenará tu vida de buenas e inolvidables melodías.
Después de ver gente saltar, se comienza una buena bajada… se pierde bastante altitud, por un terreno espectacularmente volcánico, salpicado de Dendrosenecios y otras especies. Tras otra subida, arribamos a una espectacular divisoria, con otro barranco, al cual hay que bajar por un sendero muy vertical. Estamos nuevamente rodeados de brezos. Cruzamos el transparente y agradecido arroyo, y comenzamos de nuevo una vertical subida.
Hago uso del prismático para buscar a Isabel, que viene con Nico por la vertiente opuesta. Arribamos a Karanga Camp (3995m) y comemos algo ligero… llevamos toda la mañana caminando. Continuamos ascendiendo, ahora de forma constante, por fin.

El verdadero ascenso.

Esta zona ya carece casi por completo de vegetación. El paisaje es muy abierto y vamos coincidiendo con mucha gente… los que suben por Machame, y los porteadores que bajan a por agua, que está bastante lejos de los campos… hay que interceptarla en su bajada desde los glaciares.
Alcanzamos un collado y Wilfred nos indica donde está el campo donde pasaremos la noche. Se cruza un altiplano infinito por una inequívoca vereda de alta montaña que describe una línea cóncava a lo largo, y que nos dirige a una arista de libro, bajo la cual paramos a dar de comer a los topillos y cuervos, las sobras de nuestro almuerzo. El entorno está bastante sucio, por cierto.
Afrontamos esa subida escalonada con los estómagos llenos. Al cabo de no muchos minutos, arribamos al masificado campo IV. Estamos en Barafu Camp, a 4673m, tras unas siete horas y media, y con este, el cuarto día caminando. La reseña nos dice que estamos a sólo 4,6 kms de Stella Point… pero esta tarde, tendremos que intentar dormir a una altitud que casi roza la del Mont Blanc… la montaña más alta de la vieja Europa.

Desolación.

Este sentimiento te va a invadir, quieras o no, en el momento en que pises esta zona de la montaña. Basura de todo tipo esparcida por el campamento; Vertederos con restos de quema de desperdicios, muy recientes; Las letrinas son cada vez más repugnantes… aquí no hay ni gota de agua; Antiguas instalaciones de WC derrumbadas, se esparcen por la ladera más vertical de Barafu, la que asoma al camino por el cual hemos alcanzado este punto. Chatarra y restos de bidones de agua rotos… no parece tener remedio este desastre ambiental al cual todos contribuimos… y eso que pagamos una tasa de 370€ por persona para poder hacer esta ascensión… tasa de conservación, se supone.
Tras varios paseos por la zona, creo que sobre las 19:00 ya estábamos metidos en los sacos. No se puede hacer nada mejor que intentar descansar un poco… dormir a casi 4700m, va a resultar complicado.


Dendrosenecios y mar de nubes.

Baranco Wall, por fin.

La subida es bastante entretenida.

Mónica saltando.

Bajamos, y vemos todo lo que nos queda por delante.

Volvemos a subir.

Volvemos a bajar, al fondo vemos Karanga Camp.


Nuevamente rodeados de brezo.


Paramos a comer algo.

La cumbre se empieza a cubrir.

Abandonamos Karanga, y comienza la verdadera ascensión.

Un mar de nubes que no se agota en casi todo el día.

Un porteador que viene de buscar agua.

Infinito pedregal volcánico.

Casi alcanzamos Barafu.


El último escollo del día.

Mawenzi. Más de 5000m.

El campo de Barafu se empieza a cubrir.


Tiendas, letrinas, bidones abandonados...

En Barafu se reúnen muchas tiendas.


Un instante para ver la cumbre y el glaciar.

Al fondo el Monte Meru. Despedimos el día.