domingo, 19 de julio de 2020

Ascension estival al Belesar y Meapoco, por 5 Lagunas y Laguna Grande.

Hay una portada que ronda mi cabeza desde hace meses… la del Difficult To Cure… y ese disco de vinilo formaba parte de mi colección… pero no se en que momento de mi corta y desafortunada historia se despegó para siempre de mis pertenencias. Esas malditas pertenencias que engordan nuestro materialista modo de desarrollo y vida. Comprar… comprar… vender… perder… llorar las pérdidas… echarlas de menos como si fuesen algo importante… las pertenencias son amarres, y a veces, casi siempre, sólo acarrean quebraderos de cabeza, infelicidad, miedo y responsabilidad.

Esa portada podría estar a la máxima actualidad en estos malditos tiempos que corren, y que están acabando con nuestra esencia. Esa absurda imposición de tener que ir por la calle con la cara tapada respirando nuestro propio vaho, sin sentido alguno, sin análisis, provocando más daño que beneficio. La pandemia no ha terminado… pero no es el coronavirus el que nos está matando… es la imbecilidad.

Bajar con el coche por la calle de Navalperal de Tormes y ver incluso en los niños que iban en bicicleta, por un pueblo de 90 habitantes, esa portada en la que Joe Lynn Turner se desgarraba la voz, fue algo que nunca olvidaremos. Al menos, yo.

En el mismo cartel de entrada al pueblo, un pequeño geocaché nos recibía. Comimos antes de empezar a caminar… habíamos salido de Cádiz temprano, y Gredos no está en nuestra provincia… aunque podría parecerlo, con el cariño que le hemos tomado últimamente.

Repetimos el mismo itinerario que hicimos en noviembre de 2018… al llegar a la confluencia del Tormes con la Garganta del Pinar, las predicciones no se cumplen, y en vez de los anunciados 0,1 litros, caen unos generosos 6 litros a diestro y siniestro… en poco más de media hora… si es que fue media hora.

La preciosa subida va tomando interés y belleza conforme llegamos a la acequia, esta vez seca, estado que aprovechamos para limpiar un atorado de piornos y arena. Este invierno correrá mejor.

Cruzamos el río, nos remojamos… llegamos a Majalaescoba… descansamos… la pareja que vimos en la Barranca parece que no nos sigue. Estuvimos hablando… sin distancia social.

Último sobreesfuerzo para alcanzar la Bajera, y en su rodeo hasta Brincalobitos vemos un tupido canchal de pasto verde, fresco, llamando a gritos a nuestros sentimientos más somnolientos… y aquí montamos la habitación, sin techo, pues se trata de una vieja LaFuma a la que se le desintegró todo el tejido de la doble cubierta… y la hemos apañado para dormir en esta estación. Hay que evitar el consumismo a toda costa… no es necesario comprar tanto.

La noche, estival y fresca; la vía láctea no se pudo ver pues las nubes mandaban. A los primeros cantos de pajarillos nos incorporamos y preparamos un buen café. No es aconsejable encender fuego en esta época… pero allí, lo poco que se puede quemar es nuestro material, que es bastante inflamable, por cierto. Una plácida y reconfortante noche a 2000m de altitud, tapados con sacos hasta las cejas, en un infernal verano andaluz en el que nos estamos cociendo, literalmente.

Buena sombra tuvimos hasta bien comenzada la ascensión al fondo del Circo, rodeando la Mediana, la Galana (donde nos encontramos 7 piquetas) y la Cimera, en la que tomamos agua para nuestras botellas reutilizables de tritán, la cual incluso usamos para beber el café matinal, así ahorramos llevar taza.

El pan con aceite también nos sentó de maravilla, como esos frutos secos carnosos… que nos dieron fuerza extra para ganar la Portilla de las 5 Lagunas, y buscar sin éxito un geocaché.

De nuevo juntos, nos acercamos a la cumbre del Belesar… que realmente no sabemos si tiene este nombre, pues según que editorial, lo nombran o no de esta manera. Es el mismo pico que subimos en noviembre de 2019, y que no se veía 3 en un burro. Desde la cima, de 2413m y cercana al Picurucho, el cual preside la Hoya de las Berzas, se observaba sin dificultad la Covacha, que la ascendimos el último día de febrero de 2020, poco antes del confinamiento, y a sabiendas de que el coronavirus andaba por Salamanca… pero había que arriesgarse… merecía la pena; y su vecino Juraco, situado entre esa Covacha y el mismísimo Corral del Diablo, que lo subimos en enero de 2019… muchas cumbres hemos hollado en este último episodio de nuestra existencia, antes de que llegase la maldita oscuridad a nuestras vidas.

Desplegando nuestra bandera, esta cumbre del Belesar se empezó a quedar atrás, mientras avanzábamos hacia el Collado de Cantos Coloraos… donde hacemos un giro, al más puro estilo del Pájaro de Fuego, para acometer la pequeña ascensión al Meapoco, de 2396m, prácticamente plana, donde un Vértice Geodésico muy bien conservado nos recibe solitario… y a pocos metros encontramos (esta vez si) un geocaché. Había varios regalos… incluso unas gafas de sol a estrenar. No cogimos nada, pero dejamos la concha de una vieira encontrada hacía pocos días en la playa de Camposoto… del mar a la montaña, ya sabes… si la quieres, está referenciada… ve a por ella.

Primera metedura de pata (mal llamada pierna). De regreso al Belesar, vimos un corredor vertical que daba miedo… y ese niño burlón y travieso que lleva uno dentro, pensó que por ahí podríamos recortar algo de camino… fue una especie de infierno particular descender a la mismísima Hoya de las Berzas y volver a remontar hasta la arista que nos separaba de la Cimera… donde cogimos agua de nuevo, no sin antes preguntarle a los chavales que están haciendo su estudio sobre esta hermosa y gran laguna glaciar.

Alcanzamos Brincalobitos y buscamos nuestras mochilas… ¡ahí están! Pues nada… a comer junto a la orilla… pero que mala suerte que cuando estaba preparando el sitio, me caí al agua y me bañé entero. Ya se nos advirtió que el baño está prohibido en las lagunas glaciares de montaña… pero fue un accidente… lo juro por Snoopy.

Segunda metedura de pata, aunque a mi no me lo pareció del todo: No llevaba plano ni track y confundí la Portilla del Rey con la del Pluviómetro… mucho más arriesgada y con un cuello de botella espectacular, que cargados como auténticos montañeros, se llevó parte inexorable de nuestras fuerzas, pero visto lo visto, mucho más útil un pluviómetro que un rey, sin vergüenza, lo digo.

Tocaba bajar hacia el valle del Gargantón, y topamos con el camino que sube a la otra portilla. Desde ahí vimos que había tiendas en las charcas del Gargantón, y como íbamos bien provistos de agua, pues en la misma confluencia de caminos montamos nuestro rollito. Descendió el sol, la luz, la temperatura… cenamos como el que le da nombre a la Portilla (no como pluviómetros), y nos enfrascamos en ambos sacos. Suelo mullido, herboso, cuerpos cansados, y con el cielo todavía iluminado dimos por terminado el día.

Y llegó la noche… sobre las 2 abrí la puerta y estuvimos embobados contemplando la Vía Láctea. Pocas ocasiones tenemos de ver la Vía Láctea… y mira que dormimos veces en la montaña… pero se precisa mucha oscuridad, y Gredos es de esos paraísos sin iluminación contaminante (o contaminación lumínica… no se ni como se dice a estas alturas).

¿Qué hora sería cuando noté un golpe en la pierna?… algo se me cayó encima, empujado por quien dio un soplido a mi vera. A los 10 segundos, esos soplidos me acariciaban los labios, seguramente olisqueando mis zapatos, que los tenía de almohada… a lo que me incorporé, tiré de la cremallera, y vi a la joven raposa mirándome cara a cara… le di un grito que no olvidará en 2 semanas… la encandilé, no con mi mirada, si no con la ayuda de la tecnología de Petzl… y no volvió a rondarnos.

Tras un buen desayuno, pasaron media centena de victoriaes a 20 metros de nosotros, y con las luces doradas de un Mogote del Cervunal, comenzamos el descenso por un suave camino. Cargamos agua en el ya mencionado Gargantón, e intentamos buscar una conexión con la Garganta de Gredos… teníamos que bajar por ahí, si o si, pues el maldito coche estaba en Navalperal del Lazarillo… pero no se veía claro… bueno, yo si lo veía. Ascendimos al collado que nos separa de la Laguna Grande, junto al Risco Negro… y más negro se nos puso. Bajamos a la Cola de Caballo, y no encontrábamos camino que nos llevase a Navalperal. Realmente, esta garganta de Gredos no tiene un camino definido en la parte alta, pero es que no había ni hitos.

Después de otro caché, decidimos subir los Barrerones, y como decía mi abuela: Que sea lo que Dios quiera.

Con una distancia social de a penas medio metro, o menos, unos amables señores nos pasaron el teléfono de un taxista que nos podía llevar a Navalperal… a los pies de la Laguna Grande; le llamamos sobre las 3 de la tarde, al llegar a la Plataforma… pero estaba de viaje, y nos facilitó el número de un amigo… que lo tenía apagado. En el bar de la Plataforma, una pareja de Madrid, él colombiano y ella ecuatoriana, muy simpáticos y atentos, cuando nos vieron en apuros mientras se tomaban una cerveza, nos dijeron: ¡Nosotros os llevamos!... así que según mi abuela, eso fue lo que Dios quiso. Sin mascarillas, porque no llevábamos encima, ni ellos tampoco, nos montamos los 4 en su coche y amablemente nos dejaron en nuestro pueblo de referencia. Al llegar, tanta era la alegría, que nos dimos hasta la mano… pocas manos hemos tocado desde ese maldito 14 de marzo… I Surrender… me rindo… ese es el título de una de las canciones que más recuerdo de ese disco… 


Lo primero que haremos será cruzar el río Tormes.
Río Tormes, cerca de Navalperal.


Pasado el desvío que nos llevaría directos a la Garganta de Gredos.

 

 

Por la Garganta del Pinar.


Ya se ve más cerca el Picurucho

Comenzó a apretar el calor y nos acercamos al agua.

En el granito sumergido se ven las sombras del apoyo de las patas de los dípteros.

Vecinos.

Chozo de la Barranca.

Lagartija Carpetana.


Masticando algo en Majalaescoba.

¡Pero que cerca tenemos ya ese Picurucho!

La laguna de Majalaescoba se queda bien abajo. 

El último repecho hasta la Bajera.


Entre Bajera y Brincalobitos, el lugar perfecto para descansar a 2000m.

Quedó una tarde maravillosa ese 9 de julio.

Primeras vistas del día 10.

Tras desayunar, escondimos las mochilas y seguimos ascendiendo.

Está preciosa la Galana a estas horas.

Observando el material de investigación.

Honda queda la Laguna Cimera.

Tus pasos empequeñecen el paisaje a un lado.
Pasada la Portilla de Cinco Lagunas.

En el centro, chato y al fondo, el Meapoco, de 2396m. ¡A por él!

En la cumbre del Belesar, a 2414m.

Con nuestra bandera.

Portilla de Cantos Coloraos. Alguien ha renovado el cartel. Buen trabajo tiene.

VG Meapoco, 2396m. En muy buen estado.

Vista del Almanzor. Lo subimos el día que conocimos a Daniel, vecino de la Isla.

No se si parece un torero o un Guardia Civil.

El caché del Meapoco.

La cara vertical del Picurucho.

Menudas pedreras tuvimos que negociar, por listo.

¡Vamos por aquí que es más corto! Maldita la hora.

Por fin en el colladito que baja a la Cimera.

Donde los chavales estaban remando, e investigando.

Mientras otros, 4 lagunas más abajo, descansando y almorzando.

Y tras la siesta, otra vez hacia arriba.

A ganar la Portilla del Pluviómetro.

También llamada del Pitón.

Y ahí me quedé mirando el Mogote del Cervunal, pensando: ¿Le meto o no le meto?

El Mogote del Cervunal.
Pues si, no es poco.

Un poco cansados ya... de andar y de escribir. Praderas del Gargantón.

Hay que enjuagar el tritán, después de tomar el café.

Nos vamos a ir despidiendo del Circo, por hoy.

El duro negocio de la Garganta de Gredos.

La Cola de Caballo.

La Laguna Grande y el Circo Central. Ahora a subir Los Barrerones.