Un
13 de junio, a priori, no es buena idea salir a caminar a la sierra del
Endrinal, pero hay excepciones meteorológicas, con buenas ventanas para ser
aprovechadas y disfrutar de esos últimos cartuchos estivales. La primavera ha
vuelto para ser aprovechada en la montaña.
Saliendo
desde el paso del Boyar, hacia el collado de las Presillas y siguiendo la línea
ascendente y directa al Simancón… sin necesidad de encumbrarlo, pues lo
teníamos recientes. La niebla nos hizo dar alguna vuelta de más por la zona de
la Sima del Simancón, pero mereció la pena explorar la agujereada zona.
Alcanzamos
el collado que baja a Navazuelos, y fuimos al Pocillo Verde, donde un golpe de
suerte, hizo abaratar la excursión. Desde aquí tomamos el camino del refugio,
donde amueblamos el estómago, que se estaba quedando vacío, y buscamos arista
pura, para llegar al último pico, de 1407m, que cae a plomo sobre el Encinar y
Pardeja. Es espectacular la vista tan aérea que se tiene desde este puntal, ya que
no aparecen más elevaciones hasta la sierra de Libar, si miramos al Sur.
Hacía
años que no pisaba esa vertiente, desde que escalase aquella descompuesta y
arriesgada pared… medio millar de metros más abajo, igual que hacía tiempo que
no sonaban The Black Crowes en nuestro estudio. Ya iba siendo hora de dejarse
llevar por esa gran banda.
A la
vuelta, rodeando el Reloj por el Cancho de la Berejuela, nos encontramos un
grupo del club Al Sendero, con Carlos y Petra, compañeros de andanzas y
aventuras, que también supieron aprovechar esa ventana de buen tiempo para
disfrutar de lo que más nos enriquece, que es caminar por las montañas. Fue una
sorpresa agradable compartir un tramo del recorrido dialogando con ellos.
Una
vez nos separamos, cruzamos los llanos del Endrinal, para, por el Collado de
las Presillas, volver a donde teníamos aparcada la nave… no sin antes tumbarnos
en una mullida roca a disfrutar y contemplar el silencio, ese que nos llama,
pues no todo va a ser “porrazo y soplío”.