Nuestra
cuarta ascensión en este periplo por el NW Ibérico nos lleva a tierras de
Palencia, al Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre – Montaña
Palentina. Pernoctamos en Cervera de Pisuerga, por lo que salimos temprano
hacia la pequeña población de Vidrieros, donde podemos dejar el coche en la
recogida placilla en la que hay un bar y una pequeña iglesia de ladrillos
vistos.
Caminamos
unos metros por donde mismo hemos venido hasta tomar el primer carril que vemos
a la derecha, a través del cual salimos del pueblo en un ascenso poco
pronunciado.
Al llegar a un cruce de carriles en “Y”,
tomamos el de la derecha, en un marcado rumbo N, y que apunta a la base de una
montaña rocosa de un tono verdoso y con una silueta vertical imposible de subir
a pie: ¡ese es el Curavacas!
Ahora
la subida empieza a tomar grado, y circulamos paralelos a un precioso arroyo
que baja del Curavacas; es el Cabriles, y para ser julio, baja con abundante agua.
El
caminar discurre por un cauce, que suponemos que en deshielo, estará ocupado
por el agua que ya no cabe en el Cabriles. En unos 45 minutos o algo más,
habremos alcanzado un prado, desde el cual vemos la cara Sur del Curavacas un
poco más accesible de lo que nos pareció hace un buen rato… pero solo lo
parece. Al cruzar el arroyo, pasaremos junto a una surgencia de la cual podemos
y debemos abastecernos, a la ida y a la vuelta, pues el agua está muy rica y
hay que aprovechar los minerales que nos ofrece la naturaleza.
Ya
va empezando a subir la temperatura, comparado con los 5 ºC que hacía en
Vidrieros a las 8 de la mañana. Nos alegramos de haber madrugado, es más, nos
arrepentimos de no haber madrugado más. A los 200m de haber pasado el
manantial, nos fundimos en la pedrera baja, compuesta por bolos rodados de roca
caliza y granito, que nos hacen pensar en la presencia de mucha cantidad de
agua, como si las piedras proviniesen de un río. El avance por esta pedrera es
muy penoso y agotador, ya que no pisamos un suelo sólido y el terreno está
bastante inclinado. Los bolos van cediendo a nuestro empuje y parece que vamos
para atrás, en vez de progresar en positivo.
Voy
midiendo la velocidad de ascenso, que es de unos 400m/h. No parece que nos
queden 1000m de desnivel hasta la cumbre, así que pienso: dos horas y media más
y estaremos arriba.
Pasamos
a la segunda y más inclinada pedrera, que va entrando al Callejo Grande, y la
dificultad va ganando terreno al disfrute de la subida… el dolor puede resultar
agradable, a veces, de hecho, el dolor causado por la práctica deportiva es
beneficioso para nuestro espíritu… al aproximarnos a las paredes que encierran
el camino en una zona angosta y vertical, vemos de donde proceden los bolos de
la pedrera por la cual hemos ascendido.
La
montaña es un conglomerado de cantos rodados, y es Isa la que llega a la
conclusión de que esta zona en el cuaternario tuvo que ser un gran río, y al
plegarse el suelo y elevarse a 2500m, se llevó consigo todas estas piedras, que
son las que, en esta época, vemos incrustadas formando una serie de
cabalgamientos y fallas normales que omiten serie estratigráfica y una serie de
retrocabalgamiento que
configuran todo el macizo del Curavacas. Estamos
llegando a una zona en la que es necesario trepar para ascender, y entra en
juego el problema de vértigo de Isabel, que la obliga a buscar un hueco y
quedarse allí a esperarme a que yo haga cumbre, pues la bajada puede resultar
complicada.
Llego
a un portillón, acompañado por tres montañeros burgaleses (padre y dos hijos),
que nos han alcanzado en la ascensión; por aquí se pasa de la vertiente Sur a
la Norte, en el cual, debido a que es la parte alta de un corredor, y con
orientación de umbría, han ocurrido varios accidentes fatales en épocas en las
que el frío congela el suelo y el resbalón se produce en el peor sitio y de
forma inesperada.
Se
trata del punto negro del Curavacas. Pasamos este angosto tramo y sólo nos
queda un leve caminar suave, sin peligro, que va girando buscando el Sur hasta
llegar a la ansiada cumbre.
La
panorámica que nos ofrece esta montaña es de lo más espectacular que he visto.
Tenemos Picos de Europa al Norte, y con unos prismáticos identificamos rincones
como La Vueltona, El Cable (la estación superior), Cabaña Verónica, Horcados
Rojos, Llambrión, Peña Vieja… no se si he dicho ya
espectacular, pero es que es
espectacular… por supuesto vemos el singular Espigüete, que lo hemos dejado
para nuestra próxima visita a Palencia, y también se distinguen la Sierra de la
Demanda, con el
San Lorenzo (techo Riojano),
El Pozo del Curavacas, laguna de origen glaciar; Pico Murcia, Mojón de
Tres Provincias (convergencia de Cantabria, León y Palencia), el Pico
Tresmares, situado en la
cordillera cantábrica, y curioso por ser la única
montaña dentro de la Península Ibérica, con divisoria de aguas a más de 2
mares, pues al Norte arroja al Cantábrico, al SW al Atlántico (Pisuerga y
Duero) , y al SE al Mediterráneo, a través del río Híjar, que tiene una
surgencia que forma el nacimiento del Ebro.
Tras
aprender un poco de la sabiduría montañera de estos 3 burgaleses, me bajé a
buscar a Isabel, y refugiarnos aberronchados al rocaje, para degustar nuestro
bien merecido almuerzo a base de productos de la comarca y buen pan del
Pisuerga.
La
diferencia de temperaturas entre el amanecer y el medio día solar, es abismal, y
hay que descender con premura, ganando en intensidad de marcha, como la canción
Escape, del grupo británico Muse; y
por efecto del calor, volviendo a bajar el
ritmo, igual que sucede con la mencionada canción compuesta por Matthew Bellamy.
Al
llegar a Vidrieros, entramos al bar, pero nos equivocamos, pues hay mejor
oferta en el cruce de Triollo, en variedad, y sobre todo en precios.
Datos Técnicos
Localización: Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente
Cobre
Población: Vidrieros (Palencia)
Altitud máxima: 2.528m
Distancia recorrida: 11 kms
Desnivel: 1.300m
Tipo de trazado: Lineal
Clima: Media-Alta montaña
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