Y la intención era ascender desde la Plataforma, por el Puerto de Candeleda… mas el mapa muestra un camino desde el Alto de Durano, pasando por el Puerto del Peón.
Lo dicho… y no eran las siete de la mañana cuando nos estábamos amarrando las Bestard. Hacía 4 años que no pisábamos Gredos en Julio… nos hemos aficionado a las virtudes del invierno… pero este 2024, DANA tras DANA se nos ha cortado el paso a estas montañas tan graníticas… y aquí estamos en plena canícula.
La aparición, de Menandro, es una obra de teatro clásico, una comedia, adaptada a tiempos modernos, que disfrutamos en el Teatro Romano de Mérida dos días antes de ponernos las botas. Los 39 grados de la emeritense, no impidieron que las carcajadas y una sonrisa permanente se instalaran en nuestros caldeados pulmones, y en todo el graderío, durante más de hora y media. Verbo Producciones, de la mano de Fernando Ramos (que es uno de los actores) y el grupo entero, hacen un trabajo realmente bueno. Hoy día es difícil encontrar actuaciones que te hagan reír sin recurrir al chiste fácil. Aquí, el humor y la cultura más exquisita van todo el tiempo de la mano… una adaptación realmente sorprendente. Uno de los personajes que más nos gustó, fue el coro: cuatro columnas griegas que están todo el tiempo presente en cada escena… supongo que es como una alegoría que muestra que las piedras están siempre ahí, como testigos mudos de la historia. Las columnas lo ven todo y lo acompañan… con voces, palmas, coreografía… de verdad… algo muy recomendable.
Y no eran las siete de la mañana, como dijimos… cruzamos una cancela que por un camino ciclable nos permite ir acercándonos al corral de la Covacha, recomendable de conocer esta parte de historia. Por aquí vamos buscando el río Barbellido, uno de los afluentes del Tormes, bastante caudaloso, y que nace por esta garganta por la cual caminamos.
Ya cuando la cosa se ponía tiesa, empezamos a ver algún roquero solitario… hacía tiempo que no veíamos uno; algún colirrojo tizón, y por supuesto, alguna rapaz que volaba lejos… irreconocible. Nos vamos metiendo de lleno en las proximidades del Puerto del Peón, donde el ecosistema cambia de manera radical para dar paso a los verdaderos roquedos de piedras caballeras de la divisoria más importante de este sistema montañoso, que es la que separa las vertientes del Tormes y el Tiétar.
Según reseñas, esta ruta, hasta el puerto del Peón, es considerada de dificultad física alta. Nosotros no hicimos el puerto del Peón, si no que continuamos hasta la Mira, que es como meter el doble de distancia, aunque desde aquí, ya parece fácil llegar a la Mira… pero no equivocaros… además, luego hay que volver y el calor “apreta”.
Esta arista, con risco Perico al alcance, donde me meto de un salto a buscar el primer geo de la mañana, es realmente agradecida de caminar… además, de la Vera, a parte de pimentón, llega aire fresco… por fin un alivio térmico. Tomamos café en el puerto del Peón, sentados en una mesa de cuarzo, feldespato y mica, y rodeados de escobas. Salimos hacia la Mira, que ya se divisa al fondo del fondo del tó. Isabel pregunta: ¿Esa es la Mira?... y le digo: No… ¡aquella del fondo es la Mira!
Un saltamontes viajero se me posa en la visera de la pamela, delante de mis ojos… y recorre casi toda la arista de polizón, y a la sombra. No hay que molestar a la fauna.
El próximo objetivo es el refugio Los Pelaos… en ruina absoluta, pero antes tenemos un descenso inmenso, acompañado de un posterior ascenso… casi hubiera sido mejor crestear… esto nos pasa por seguir un camino.
Frente a esas ruinas, hay una fuente de agua cristalina y fría… importante dato, ya que es julio, y nos permite repostar agua… esta es la diferencia con los sistemas kársticos, en los cuales no hay nada de agua durante la canícula… ni en todo el estío… y aquí hablamos de una fuente que mana a 2200m de altitud. ¡Todo un lujo! Pero siguiendo el juego del geocaching, me retiro del camino mientras Isabel continúa, y bajo a las pozas de los Pelaos… un sitio realmente increíble, que si no es por el maldito geocaching, no lo hubiera conocido. Un recipiente de 2016 que lleva 6 años sin registrarse… y está impoluto. Para que veamos lo duradero que es el plástico.
¿Creo que he escuchado una chova piquirroja? Y algún buitre leonado a lo lejos agita el mundo con sus enormes alas… dominando la mitad de Cáceres. Menudas vistas hay desde aquí… aunque el calor provocaba cierta reverberación.
No se estaba nada mal en ese espectacular torreón de sillares graníticos donde se ubica el V.G. de la Mira… nos hubiésemos quedado allí a comer, pero el sol te tuesta… el puto sol, parafraseando a los Ciclonautas.
Bajamos por el refugio de los Pelaos… rellenamos agua, y a deshacer el camino… pero vimos hitos que salían a la izquierda… la izquierda siempre es mejor plan, y saqué el plano. Hay una desdibujada vereda que baja muy directa hacia el río Barbellido y esquiva toda la gran vuelta del puerto del Peón… pues no se diga más… no creo que tenga pérdida. Y nos perdimos.
Llegó un momento en que el hambre apretaba tanto o más que el sol, incluso que el propio sentido común. Encontramos un lugar donde comer a la sombra, con el culo apoyado en material mullido, y con los pies metidos en agua. Si lo llegamos a pedir, no nos lo conceden. Para colmo de males, un buitre negro (Aegypius monachus) vuela por nuestros momentáneos dominios para nosotros solos. Ver a la mayor de las rapaces de Europa no es una suerte que se viva a diario, incluso caminando por estos parajes.
La bajada fue relativamente sencilla y notablemente más corta, y aunque el camino ya no es un PR, hay suficiente huella y está jalonado con hitos. Acertamos con la decisión. Fueron poco más de 9 horas de actividad hasta arribar al alto de Durano.
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