martes, 20 de agosto de 2024

Ascensión al Cabeza Nevada o Mogote del Cervunal (2426m).

Seguíamos por Gredos, y hacía tiempo que le teníamos echado el ojo al Mogote, visible desde cualquiera de los pueblos que jalonan el Tormes. Tiene una silueta inconfundible y unas dimensiones extraordinarias. La aproximación es un camino que hicimos hace una década, sólo había que desviarse un poco antes de alcanzar la Portilla del Rey… para colmo de males, en la cumbre hay un geocaché que desde hace dos años no se firma… y la anterior fue en 2018, por lo tanto, estamos obligados a encontrarlo.

Nos levantaríamos antes de las seis… y eso que estamos a sólo 12 kms de la Plataforma… comenzamos a caminar y no había salido el sol… era un siete del siete, y teníamos siete grados… muchos sietes.

El viejo camino amigo de los Barrerones, no se recordaba tan empinado. Llegamos a la fuente de los Cavadores, y bebimos, y vimos un par de acentores comunes (gorriones para el resto de los mortales) que permitían bastante proximidad. Son preciosos. 

Como es domingo, nos empezamos a cruzar con los que habían dormido en el refugio Laguna Grande, que se vuelven a casa, a asfixiarse… tras un “finde” al fresco. La Plataforma estaba a reventar de coches.

Hemos bajado todavía con sombra y bastante fresco, toda la cuesta de los Barrerones, cruzándonos con cada vez más personas… pero a partir del desvío a la diestra estaremos algo más solos. Cruzamos el desagüe de la Laguna Grande, y se ve toda la Garganta de Gredos. Hacia el Circo Central, la vista es siempre sobrecogedora, y más a estas horas donde los juegos de sombras, luces y condensación tienen su mejor momento. El verdor resucita a un muerto. ¡Cómo está la montaña! Esta zona es realmente increíble… uno podría estar todo el día tirado aquí, sin hacer nada… sólo mirando y engordando.

Cruzamos ese collado precioso, justo debajo de Risco Negro, y nos paramos a tomar un café y algo de fruta; toca bajar de nuevo tras esta fuerte subida, y cruzar el Gargantón, que alberga en su parte más alta algún nevero, entodavía, y son los encargados de mantener el verdor en las Praderas del Gargantón.

Hasta aquí hemos visto algo de fauna, como la lagartija Carpetana (Iberolacerta cyreni), especie endémica de la península ibérica que se distribuye exclusivamente por el Sistema Central. Se encuentra amenazada, debido principalmente a la destrucción de su hábitat, por ejemplo por la construcción de pistas de esquí… algo que tanto demandamos los aficionados al aire libre. Una incongruencia, a veces. El montañismo, la escalada, el senderismo… en menor medida, también contribuyen a su desaparición; pero el hecho de que en la última década el turismo masivo en la montaña haya experimentado un crecimiento fuera de lo esperado, está acelerando bastante la merma de esta singular y pequeña especie. Si nunca viste la lagartija carpetana… no tardes en caminar por las zonas más elevadas de Gredos o Sierra de Béjar… y abre bien los ojos… cuidado donde pisas.

Llega el momento de separarnos. El último tramo del Cervunal es una pedrera impresionante, y desde el camino que llega a la Portilla del Rey, sale una desdibujada vereda de montaña, con algunos hitos, que no tardo en perder, así que, tieso parriba. En unos 30 minutos desde que Isabel se quedase a la sombra de un pedrusco, alcanzo la cumbre… en estas fechas está cotizada cualquier pizca de sombra. ¿Calentamiento global? Yo diría que es un simple estío… es San Fermín, ¿Qué esperas?

Pues reto conseguido… las vistas desde el Cabeza Nevada, son como me imaginaba: una planta perfecta hacia las Cinco Lagunas. No recuerdo si pasó algún ave en el momento de cumbre… estaba tan emocionado con el paisaje y las fotos cimeras, que se me pasó por completo ni el intento de pajareo. Al rato de haber firmado el geocaché, emprendo la bajada hacia la Portilla del Rey… por variar. ¡Menudo pedregal! Menos mal que Isabel no subió.

Tras aquel vertiginoso descenso, nos dimos encuentro en el camino, y descendimos hasta encontrar una covacha con sombra en el mismo Gargantón. Aquí comimos y descansamos un rato… el madrugón merecía una siesta de base pétrea. 

Queso y morcón extremeño, como siempre, es nuestro menú favorito en montaña. Y vimos una lagartija ibérica cerca de las botas… ¡Qué atrevida! Desde aquí, tenemos que volver a ascender, descender, y volver a ascender… y de nuevo bajar… es un rompepiernas endemoniado.

Comprendemos ahora la dureza del Mogote del Cervunal, y porqué es tan solitario. 

Ya bajando, vimos alguna collalba rubia (Oenanthe hispánica) y el escribano montesino (Emberiza cia). El día ha estado estupendo y la meteorología ha permitido una buena jornada de montañismo.

Aunque cada vez es más complicado encontrar lugares tranquilos, y nos referimos con ello a sitios sin masificación, todavía hay rincones donde disfrutar de esos momentos de soledad, aunque sólo sea a ratos. La fecha tampoco acompaña, pues es en los meses de los Caesares cuando el personal acude en masa a la llamada del instinto salvaje del homínido. El ser humano necesita desfogarse y encabritarse a los riscos cual animal endémico del lugar. Quizá el más común de los mortales sea tan autóctono de esos roquedos como cualquier Lacerta o Capra de las que nos salen al paso. Retumban algunas voces, que los animales tienen derecho a vivir en paz y sin la “molestia” del sapiens… pero… ¿A caso el que camina a dos patas no tiene el mismo derecho a mostrar su salvajismo interior y vivir en esos terrenos inhóspitos aunque sólo sea un “finde”? Yo pienso que la montaña es de todos… existe una Ley Innata que lo demuestra. No perdamos el eje del salón, ni el sentido de la orientación… que nunca tuvimos… dejemos que el Poder del Arte se manifieste y nos invada el alma… y nos la ensanche.








































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