Es la segunda vez que pasamos por este bello lugar, pero esta vez en pleno estío… la primera ocasión fue un 3 de enero inolvidable, con hielo por todas partes.
No queríamos otra ruta larga… así que dimos la vuelta en la laguna, tras un café bastante venteado y con Gore-Tex abrochado. El geocaché, no apareció.
Horario andaluz… o sea, empezar a caminar antes de las 8 de la mañana, y para ello, no hay nada mejor que acostarse temprano, escuchando los pájaros.
Un petirrojo europeo nos visita cada día, incluso se mete en el ábside de la tienda mientras cenamos… en el camping de Gredos se está muy bien, aunque en estas fechas se masifica de turistas que vienen sólo a quitarse el calor de las grandes ciudades. De hecho, esa misma noche nos robaron el menaje de cocina al dejarlo un rato en los fregaderos. Nunca nos había pasado eso, y es que los campings se consideran lugares muy tranquilos y respetuosos en ese aspecto. O al menos, antes era así. También se han dado casos de robos en refugios de montaña en los últimos años… ya no se atreve una a dejar la mochila en el camino mientras vas a alguna cumbre cercana. Esto es para pensar.
A las 7:30 estábamos encaminados… desde el Puente de la Yunta. El topónimo “yunta”, viene del punto de unión de dos cursos de agua: La garganta de la Nava, que desciende desde el Corral del Diablo, y la garganta de la Vega, que se nutre de la laguna del Barco. Libramos esta segunda, con la ayuda del puente, y el camino comienza ascendiendo. Al poco rato, nos alcanza un señor, hablamos un rato, y continúa por delante de nosotros.
La mañana está muy fresca y hay lenticulares por alguna parte… en cotas altas. Vamos disfrutando de la garganta, de la sombra, de algún ave de pequeño tamaño, como los hermosos tizones de cola roja (Phoenicurus ochruros), y un precioso roquero azul (Monticola solitarius) que campea en una bella pared granítica. Hemos dejado atrás hace poco, los dos pequeños refugios, que no están tan limpios como se espera. La gente deja botellas, bolsas, envases… ¿…?
Entramos a la sombra en la angostura, y el cauce baja bien caudaloso. Qué alegría de agua, en julio. Esta es la zona que más nos gusta… a partir del estrechamiento y hasta la laguna. Las paredes que nos rodean son formaciones graníticas muy afiladas y el camino es bastante cómodo. Alcanzamos la presa, y el viento es bastante fuerte y frío.
La laguna tiene el agua rizada, y el señor que nos adelantó, estuvo un buen rato allí, sentado, mirando el móvil. Luego se nos acercó a consultarnos… y como vio que controlábamos toda la zona, estuvo indagando más en nuestro conocimiento. El delicioso café de media mañana, acompañado con fruta fresca… en este entorno… ni en el mejor bar, de Jerez de la Frontera, se disfruta tanto.
Y, así es la Sierra de Gredos… un paraje al que nunca nos cansaremos de acudir, y si es necesario… o innecesario, repetir. “Pena no estuvieras para ver la marcha que me dio Dios”.
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