martes, 25 de febrero de 2025

Pulo do Lobo. Mértola. Parque Natural do Vale do Guadiana.

Traducido como Salto del Lobo, este topónimo puede encerrar algo de leyenda imaginaria, pero en realidad hace referencia a que en la prehistoria, este estrechamiento del río Guadiana podía suponer el paso a algunos mamíferos, que de un salto podrían alcanzar la otra orilla y así dispersarse por otros territorios.

El “salto”, para nosotros, se antoja bastante peligroso y nada recomendado. El caudal del Guadiana se acelera bastante en esta angostura, produciendo una erosión interesante en una brecha norte-sur, en la que además afloran unos pliegues o foliaciones en dirección este-oeste, completamente perpendiculares al eje del río, asomando como páginas de un libro unas vetas de cuarzo de plegamiento variable, que son visibles nada más llegar y aportan un valor geológico, patrimonial y natural digno de visitar.
Estamos en una finca privada, a la cual no hace falta pedir autorización para bajar, pero debemos ser lo más respetuosos posible con el entorno; no por el hecho de ser privado se debe aumentar el respeto, pues siempre debería ser el máximo que podamos dar.
Hemos llegado hasta aquí desde Mértola, donde estuvimos dos noches en un recomendable hotel llamado Beira Río, también a orillas del Guadiana. Todo en Mértola es exquisito, desde su gente, la comida, el rico patrimonio cultural y arqueológico y su diversa avifauna de la cual disfrutar a simple vista. 
Para llegar a Pulo do Lobo desde Mértola, pasamos por Amendoeira da Serra, donde hay un único bar social, pero estaba cerrado, y tras unas cuantas curvas llegamos a la puerta de la finca, donde podemos aparcar. Herdade do Pulo do Lobo, es el nombre de la hacienda. Bajamos caminando por una pista forestal, de a penas kilómetro y medio, y entre la niebla de febrero, vemos ascender el espray que levanta el salto de agua nada más llegar. A penas tardaremos una hora entre bajar y subir, pero el entorno merece pararnos allí un buen rato contemplando como cae a plomo esa gran masa de agua. Estuvimos completamente solos. Ya de vuelta, nos cruzamos con una furgo de un guía local que bajaba a ver aves con unos clientes.
Por lo tanto, esta pequeña caminata es compatible con la posterior visita a una ciudad (Beja, en nuestro caso) o de otra actividad cualquiera.
Río abajo, y justo a la entrada de Mértola, visitamos el día anterior las Azenhas do Guadiana, muy cerca de la población, entorno que ofrece una gran variedad de aves; allí vimos ánsares, garza real, Martín pescador, gorriones morunos, golondrinas comunes, que estaban llegando recientemente, y por supuesto una buena cantidad de rabilargo ibérico, que es un pequeño córvido que nunca se ve por la provincia más meridional de la península. Siempre es un placer contemplar los cyanopica cooki. Hasta estas aceñas, el Guadiana tiene influencia mareal y es navegable.
Visitados estos dos enclaves fluviales tan atractivos, recomendamos la visita a las poblaciones ya mencionadas, y no dejar de lado Serpa, a cuyo término municipal pertenece la orilla contraria de Pulo do Lobo.
Y ya puestos a dar tanta recomendación, Étxale Apio, que ya van para 20 años dando tralla de la buena.

Aviones comunes (Delichon urbicum) en plena faena reproductiva.

Aves urbanas.

Escalera a la Torre do Relógio. A la izquierda, el Guadiana.

Ptyonoprogne rupestris desafiando el vacío en plena reunión.

Torre do Relógio en el centro de la imagen. 

Castelo de Mértola. Aviones roqueros.

Igreja Matriz de Mértola.

Torre del castillo.

Río Guadiana visto desde el castillo.

Y aquí, visto desde la torre.

Torre do Relógio, ya despejado.

Mértola desde la otra orilla del río.

Poza en Pulo do Lobo.

Pulo do Lobo. Salto del Guadiana con bastante caudal.

Zonas erosionadas por el paso del agua a través del infinito tiempo.

Agua buscando el mar.

La angostura del Guadiana.

Autorretrato.

Dejamos atrás la experiencia Pulo do Lobo.

Curiosa mezcla de cupresaceas y quercíneas. 

Puerta en el Castelo de Beja.

Torre del Castillo de Beja desde el patio de armas.

Beja desde la torre.

Estatua da Rainha Dona Leonor. Antiguo convento de la Concepción.

Núcleo museológico da rua do Sembrano.

Toro de terracota del S. VI a. e. c.

Igreja de Santa María. Serpa.

miércoles, 5 de febrero de 2025

Sierra de las Nieves, con nieve.

Cada vez es menos habitual que Sierra de las Nieves se cubra de un manto blanco, tan vital para este ecosistema, como necesario para los que gustamos de disfrutar haciendo "alpinismo" de andar por casa. El maldito cambio climático.

Si a la imprescindible afición de caminar por la montaña y ascender cumbres... sea inútil o no, añadimos nuestra reciente afición a observar aves... inútilmente o no, la caminata se puede extender más de lo necesario; resumiendo: hay que decidirse por algo... quien abarca mucho, poco "apreta".

Sierra de las Nieves es un parque al que le tenemos un especial cariño, desde hace mucho, mucho tiempo. Desde la primera vez que subí al Torrecilla, creo que en 2002, han sido muchas las incursiones por este delicado entorno, escudriñando caminos a diestro y siniestro, para conocerlo en profundidad. Una curiosidad, es que llevaba 20 años escuchando el pito real ibérico en el mismo sitio, sin saber hasta hace 2 años, que se trataba del Picus sharpei.

Pero ciñéndonos a la actividad de este martes 4 de enero... el domingo por la noche, vimos en meteoexploration, que se pronosticaba un paquetón del orden de los 30 cm o más para el lunes. El sábado habíamos estado en Grazalema en una jornada de divulgación científica de la Sociedad Gaditana de Historia Natural para presentar una guía de campo de malacología, elaborada por Félix Ríos y Rafael Obregón, y allí estuvimos, nos trajimos un ejemplar, y acompañamos la jornada con una salida al campo, en la falda del Peñón Grande, escalado tantas veces, donde para nuestro deleite, Félix encontró 3 ejemplares de una especie de caracol que por el momento no se había citado en Cádiz. ¡Hallazgo! Hizo frío, pues tras la jornada, fuimos al Puerto de las Palomas, a ver si halcón peregrino había... y había... y hacía un frío bastante interesante. Por lo tanto... el dato científico de nuestras amigas de meteoexploración, cobró bastante interés por nuestra parte, y bastante precisión por la de ellas.

El lunes dormimos en Ronda, para, temprano, estar en el Puerto del Caucón, Yunquera, y comenzar a caminar cuando serían las 8:30 de la mañana... una fría, pero aceptable mañana. Le metimos hierro al pinsapar de Yunquera, hasta el desvío del Tajo de la Caína, y subimos hacia la cañada de la Perra, donde a media cañada, y dos horas de camino, empezamos a pisar nieve de continuo.

Cuando paramos a tomar un té, cerca de las 11 que eran, nos adelantan dos de Málaga. Por delante de ellos, viajaba un chavalote... a juzgar por las recientes huellas... por cierto, huellas, tanto unas como otras, que no paraban de errar en el camino. Nosotros, no se porqué, marcamos la huella perfecta... la que se ceñía estrictamente al sendero.

Al cabo, los adelantamos de nuevo, mientras ellos comían algo. Hablamos de nuevo y continuamos... hasta que llegó un momento en que nos salimos perpendicularmente al camino, marcando un rumbo estrictamente directo al Peñón de los Enamorados... y poco a poco, se fue cerrando en niebla densa, hasta desaparecer el citado peñón de nuestra vista. La nieve, a pasos estaba compacta la capa, y en otros momentos te metías hasta las rodillas... el paquete era considerable. La visibilidad muy escasa... ni siquiera se veía el Pinsapo de la Gotera. Encumbramos nuestro objetivo, con nieve virgen, sin huellas... bueno, para no mentir, había una huella abierta casi en la cumbre.

Y esto fue todo... una jornada memorable entre el blanco manto níveo y la blanca y densa niebla, que a veces te hacía perder el equilibrio por no tener clara la percepción de horizontalidad del suelo.

Así despedía Ronda su primer lunes de febrero.

El pinsapar de Yunquera.

La mencionada Yunquera y sierras Prieta y Cabrilla por detrás.

La nieve estaba alta.

El Torrecilla completamente blanco.

Macronutrientes.

Algunos bellos ejemplares de Quercus alpestris.

Abrimos huella todo el tiempo.

Condensación de un incipiente y muy suave Levante.

Huellas... no somos los primeros.

Los bellos juegos de luces de la Meseta de Quejigales.


Y al fondo se ve el mar.

Nuestro Enamorado objetivo.

Muy cencellado pero fácil de ascender.

¿Abrimos huella?

No. No abrimos huella...  ¿Pasó primero una perdiz?

Foto Finish.

Bajamos del Peñón de Enamorados muy a gusto.


Por ahí andaban los carboneros comunes (3), los únicos pájaros que vimos.

domingo, 5 de enero de 2025

Fin de año en el Reloj y el Simancón.

Se estrena año, y se refuerzan inquietudes... pero no cambian, pues la pasión por la montaña sigue vibrando a flor de piel.

Dijo Juanjo San Sebastián, que todas las cosas que nos hacen disfrutar en plenitud pueden hacernos sufrir enormemente... que no podemos pretender disfrutar sin estar dispuestos a sufrir proporcionalmente.

El último día del año 2024, lo despedimos, como no, escuchando música, de Roberto Iniesta, Robe, por supuesto... y caminando por la fría Sierra del Endrinal, ascendiendo a sus dos emblemáticas y sobresalientes cumbres calcáreas: Reloj y Simancón, a los que hemos ascendido unas cuarenta veces, más otras que los hemos rodeado.

Porque la montaña es imprescindible en nuestras vidas.

Se ilumina la Sierra del Pinar a nuestros pasos.


Cumbre del Reloj, la cual desposeímos de telares innecesarios.

Cumbre del Simancón, de 1564m, donde comimos acompañados de un acentor alpino.